miércoles, 11 de octubre de 2006

Más enfermedades sexuales y más prostitución, y la consejera Tura quiere legalizarla

Fracasa el uso del condón ante la abundante competencia de extranjeras y las asociaciones abolicionistas denuncian este tipo de “legitimación de la violencia”


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La obstinación de la consejera de Interior de la Generalitat de Cataluña, Montserrat Tura, por legalizar el comercio del sexo, una medida sobre la que no hay acuerdo ni siquiera dentro de las propias filas socialistas, se estrella contra una preocupante realidad: El espectacular aumento de la prostitución en Cataluña dispara el número de enfermedades de transmisión sexual.

Según la información que maneja la asociación Genera, entidad de ayuda social a las prostitutas de la calle, y la unidad de infecciones de Salud de Les Drassanes, la más importante de Barcelona, las consultas por patologías de transmisión sexual han aumentado un 50 por ciento en la capital catalana.

“Un incremento de hasta un 50 por ciento en las consultas y demandas por embarazos, infecciones urinarias o ginecológicas y otras enfermedades”, concreta la portavoz de Genera, Clarissa Velocci. Los datos son confirmados por el centro de Salud, que, debido a la baja de algunos de sus facultativos, se ha visto obligado a alargar los plazos en las listas de espera. Las consultas gratuitas y confidenciales que atiende el centro de Les Drassanes rozan ya las cuatro semanas.



El fuerte aumento de contagios se produce tanto entre el colectivo de trabajadoras del sexo como entre los clientes; y es debido, principalmente, al incremento de mujeres inmigrantes en situación precaria y a la presión de la actual ordenanza de civismo del Ayuntamiento de Barcelona. La combinación de ambos factores endurece la competencia, baja los precios y aumenta de forma alarmante las prácticas de riesgo, incluso sin preservativo, en los fugaces encuentros sexuales.

Sin condón


Ofrecer servicios sexuales sin utilizar preservativos, una práctica que habitualmente suelen exigir muchos clientes, se está convirtiendo en casi una rutina entre algunas de las jóvenes prostitutas, sobre todo entre las que proceden de los países del Este. Es una forma de aumentar las ganancias de muchas inmigrantes ‘sin papeles’ que, además, evitan pasar controles para no ser detenidas.


El temor a contagiarse con una enfermedad sexual es ‘obviado’ por tan sólo 10 ó 20 euros: “al cliente le pido 30 euros y 10 ó 20 más sin preservativo”, reconoce sin dudar una prostituta que merodea por los alrededores del teatro Goya. En un reportaje publicado por el diario AVUI, otra compañera añade: “Sé qué precauciones he de tomar, pero a menudo es una ganancia neta para mí, y me arriesgo, según el cliente, especialmente los que ya son fijos. Algún día lo hago por hacer más caja”.

¿Difusión de preservativos? ¡Difusión de enfermedades!

Así, las actuales políticas de fomento y distribución de preservativos, como solución ideal para atajar los contagios de enfermedades sexuales, y los deseos de regularizar la prostitución de la consejera Tura, fracasan estrepitosamente ante las prácticas que se ven ‘obligadas’’ a realizar, en el día a día, cientos de trabajadoras del sexo.
Cabe recordar que la responsable de Interior en Cataluña está en las listas de Montilla y ocupará, casi con toda seguridad, el cuarto puesto en las candidaturas del PSC para las próximas elecciones autonómicas del 1 de noviembre.

La política que practica Montserrat Tura ayuda a la difusión de enfermedades sexuales y, también, fomenta el tráfico de mujeres. Este tipo de contagios no se resuelven regularizando la prostitución, ya que el cliente, en última instancia, con dinero en la mano y en la intimidad de la habitación, es el que escoge qué y cómo lo quiere hacer.


“La única normativa ajustada al fenómeno de la prostitución es su abolición”, dice un estudio de la Universidad Abat Oliba CEU del que ForumLibertas.com se hizo el pasado 9 de junio. La propuesta de Tura es, además, contraria a la consideración de las Naciones Unidas y un ‘coladero’ para la trata de blancas del que los más beneficiados son los proxenetas, las mafias y los empresarios del sector.

“Erradicar la demanda”

De la misma opinión es la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución (PAP), que este lunes, 9 de octubre, presentó su campaña por la abolición del comercio del sexo. Respaldada por 217 entidades en toda España, la PAP considera que regularizar esta práctica sería “legitimar la violencia contra las mujeres”.

Luchando por esta causa desde 2002, las responsables de la plataforma que presentaron la campaña tienen muy claro que todos los hombres “que compran sexo son prostituidores”.

Según los datos que manejan, “en España más de un millón de hombres son clientes de la prostitución”. “Hay que erradicar la demanda”, dijo rotundamente Lara Padilla, portavoz del PAP en Cataluña.

También les duele que la mayoría de diarios, “siendo un objeto familiar”, contraten publicidad explícita de prostitución y piden que los medios de comunicación en su conjunto cumplan un código ético que lo prohíba.

“En ninguna profesión se sufren tantos trastornos psíquicos y físicos”, añadió la escritora Gemma Lienas, autora del libro Quiero ser puta.


Desde la PAP se considera que el modelo de Suecia es el ideal para encarar el fenómeno de la prostitución. Desde 1999, la Ley que Prohíbe la Compra de Servicios Sexuales sueca, entre otras medidas, como la ayuda y reinserción de las trabajadoras del sexo, también incluye la de penalizar al cliente.

Preguntada sobre la nueva normativa municipal de Barcelona, que castiga a prostitutas y clientes, Padilla contestó que no están de acuerdo: “A las mujeres se les aplica la Ley de Extranjería, mientras que los locales de alterne permanecen abiertos”, dijo. “Nunca estaremos en contra de las mujeres, por lo tanto, no estamos de acuerdo con la ordenanza”, concluyó.

‘Esquizofrenia’ socialista

Por otra parte, tal como señalábamos al inicio de esta información, la legalización de la prostitución no es bien vista ni siquiera dentro de las propias filas del PSOE.

Así, mientras los socialistas catalanes defienden la regularización, en Baleares y Extremadura, por ejemplo, piden su abolición. El diputado socialista balear Antoni Diéguez manifestó recientemente que su grupo está “totalmente en contra” de que se regulen negocios como los table dance, los peep shows y las cabinas de vídeo, porque suponen “una forma de esclavitud contemporánea”.

“El Govern debería promover la persecución del cliente y no incitarlo a que acuda a estos locales que ofrecen sexo”, señaló entonces Diéguez.
Comite Independiente AntiSida

Misionero y enfermo de sida




El padre Aldo Marchesini, misionero dehoniano y médico, se contagió de sida ejerciendo su vocación en el hospital de Quelimane, en Mozambique.
A semejanza de Cristo, lleva sobre su cuerpo las dolencias de aquellos a los que está dedicando toda su vida. La revista Nigrizia ha publicado un testimonio suyo, del que hacemos un extracto:

A mí me gusta el calor, y siempre he agradecido al Señor el haberme hecho vivir en Quelimane, un lugar muy cálido y húmedo. Sacerdote que da la vidaEste año, sin embargo, el calor, literalmente, me ha destrozado, lo que no me había pasado nunca. Además, durante varias noches, he tenido fiebre, acompañada de una tos seca, insistente; la posibilidad de dejar pendientes algunas operaciones me preocupaba, especialmente cuando, a los pocos días, me marchaba de vacaciones a Italia.

Al llegar a mi país, mis amigos y familiares me dijeron que tenía mal aspecto, y que debía hacerme un examen. Cuando el médico que me atendió me comunicó los resultados, me dijo, con un cierto embargo, que era portador del virus del sida. Me quedé sin palabras. Confieso que no experimenté ninguna emoción en particular, ni siquiera me desanimé. Como médico, muchas veces he tenido que comunicar a mis pacientes que eran seropositivos, lo que era un deber muy duro para mí. A veces me imaginaba que estaba en su lugar, y ese pensamiento me causaba una cierta angustia; me tranquilizaba diciéndome que no estaba enfermo, y que esos eran sólo fantasmas mentales. ¡Pero la verdad es que ahora era yo el paciente! Sin embargo, no sentí esa angustia, ni tampoco rebelión ni miedo. En mi interior, todo permanecía igual y todo había cambiado, cambiado para siempre.

Considerando que el 20% de mis pacientes son seropositivos y que, como cualquier cirujano, corro el riesgo de herirme, las ocasiones de contagiarme no eran pocas. Reconozco que la gracia de Dios me había ayudado a acoger con serenidad la noticia; por otro lado, creo que parte de mi tranquilidad derivaba del hecho de que existen fármacos altamente eficaces, con lo que la esperanza de vida era buena. Debería tomar un cocktail de tres fármacos, en dos dosis, una por la mañana y otra por la noche. Gracias a esto, los virus en circulación quedan reducidos a un número insignificante, mientras que los linfocitos, fabricados por el cuerpo en una cantidad mayor de la que son destruidos, comenzarían a aumentar. La esperanza de poder convivir con la enfermedad durante un largo tiempo me consolaba.

Sin embargo, el pensamiento de que esta esperanza radicaba en el solo hecho de que era italiano, y de que así podría acceder a la medicación, me atormentaba. Pero, ¿y mis pacientes mozambiqueños? ¿Por qué no podían tener ellos la misma esperanza? ¿Por qué no podían tener también acceso a la terapia? Sentía que debía empeñarme en hacer que otros hombres y mujeres -al menos, los habitantes de Quelimane- pudiesen tener la misma esperanza de vida que yo.


Había oído que la Comunidad de San Egidio estaba iniciando una experiencia piloto en Mozambique, con el objetivo de ofrecer gratuitamente a los africanos enfermos de sida el mismo tratamiento disponible en las naciones ricas. Decidí ir a Roma a hablar con el responsable del proyecto; el encuentro fue muy positivo, y volví a casa lleno de esperanza: había encontrado el modo de poder comenzar en mi hospital de Quelimane una terapia antirretroviral eficaz... y gratuita. Volví a Mozambique cinco meses después de la fecha prevista para mi regreso, sin miedo, y reanudé mi trabajo en el hospital. ¡Estoy contentísimo!

He decidido no esconder a nadie mi enfermedad; ahora, todos saben que el padre Marchesini, el doctor del hospital, es seropositivo, está haciendo la terapia, está vivo, está bien y continúa trabajando. Dentro de pocos días, también sabrán que la terapia está ya disponible para todos los enfermos, que ya no habrá necesidad de esconderse, o de negarse a hacerse la prueba por miedo a saber. Son ya muchas las personas que se han acercado a mí para hablar, para recibir consuelo y ser encaminadas hacia la terapia.


Aquí finaliza mi historia, pero mi aventura interior continúa en compañía de una multitud de enfermos de Mozambique. No puedo más que agradecer al Señor el haberlos conocido, y haber conducido las cosas de modo que la semilla de la esperanza pudiese, en un breve espacio de tiempo, transformarse en una gran árbol; un árbol que ofrece sus frutos a todos aquellos que lo necesitan.

Aldo Marchesini en Nigrizia

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