sábado, 14 de febrero de 2009

El caso de erradicación del VIH con un injerto de médula ósea demuestra la importancia terapéutica del CCR5


The New England Journal of Medicine publica hoy un artículo sobre el seguimiento a largo plazo de un enfermo con virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que recibió un trasplante de células madre con una mutación concreta del gen CCR5.

Los médicos que han logrado erradicar el virus del sida con un trasplante de médula ósea, al menos en un paciente y durante dos años, publicaron ayer su experiencia en la revista The New England Journal of Medicine. El enfermo, un varón blanco de 40 años diagnosticado con la infección por el VIH-1 desde hacía diez años, había desarrollado una leucemia mieloide aguda. El paciente llevaba cuatro años con tratamiento antirretroviral y en el momento en que se le detectó la leucemia presentaba un nivel de CD4+ de 415, sin ARN del VIH detectable.

El hematólogo que llevó el caso, Gero Hütter, del Hospital Universitario Charité, de Berlín, recurrió primero a la quimioterapia para la leucemia, pero al cabo de tres ciclos de tratamiento se hizo patente la necesidad de un trasplante de médula ósea.

Hütter decidió entonces escoger células madre hematopoyéticas de un donante con la mutación delta32 en el gen CCR5, conocida por conferir resistencia a la infección por el VIH y favorecer una progresión más lenta hacia el sida. Entre el 1 y el 3 por ciento de la población caucásica es portadora de esa mutación delta32 en el gen CCR5.

El donante escogido, además de ser histocompatible, era homocigoto para el alelo delta32-CCR5. El paciente continuó con la terapia antirretroviral hasta el día previo al trasplante de médula, momento en que se suspendió la terapia con la idea de retomarla tras el injerto; sin embargo, no fue necesario: el sujeto se mantenía sin rastro del virus del sida 20 meses después del trasplante y sin haber recurrido el tratamiento antirretroviral.

Vía CCR5
Los médicos destacan que el caso constituye una prueba de la importancia de la vía del gen CCR5 en la infección del VIH. Para entrar en las células, el VIH-1 depende tanto de la presencia de CD4 como de un correceptor, en especial del CCR5. Al bloquear ese receptor, bien a través de su inhibición o alterando un gen, se confiere una protección frente al virus.

Según exponen los médicos en la discusión del caso, "ya ha habido varios intentos por controlar la infección del VIH-1 a través del trasplante de células hematopoyéticas sin tener en cuenta si el donante presentaba la mutación delta32-CCR5, pero ninguno ha tenido éxito. En nuestro paciente, el trasplante condujo a un quimerismo completo y el genotipo de los monocitos de sangre periférica del paciente pasó de heterocigoto a homocitogo en relación con el alelo delta32-CCR5". Los científicos concluyen diciendo que veinte meses después el virus del VIH-1 no se detectó en sangre periférica, médula ósea, ni mucosa rectal. "Dado que la carga viral continúa indetectable, el paciente no necesita terapia antirretroviral. Nuestro hallazgo subraya la importancia del receptor CCR5 en la infección por el VIH-1 y en la progresión a la enfermedad, y sustenta la necesidad de realizar más investigaciones que tengan esta vía como objetivo terapéutico".

En este punto coincide Jay A. Levy, de la Universidad de California en San Francisco. En el editorial titulado No una cura del VIH, sino un estímulo hacia nuevas direcciones, Levy considera que calificar al paciente de curado es una conclusión prematura, pero, en cambio, su caso alienta a investigar en terapias génicas y en tratamientos que actúen sobre el CCR5, como el reciente maraviroc.

(N Engl J Med 2009; 360: 692-698/724-25).


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