miércoles, 5 de septiembre de 2012

El SIDA elimina a 14 millones de niños huérfanos en todo el mundo




D’Azeglio aseveraba que “el divino candor de la infancia parece un indicio de que el alma humana deja el seno de los ángeles para descender y tomar nuestra forma. El que lo mancha por vez primera, el que lo envilece con el primer engaño, es un gran culpable”.
Etiopía, nos gusta verlos bien. 

Según la información facilitada por las Obras Misionales Pontificias, las cifras de la explotación infantil son espeluznantes: existen en la actualidad 14 millones de huérfanos a causa del sida. Más de la mitad de los 600 millones de pobres de todo el mundo, 130 millones no acuden a ningún tipo de escuela, 180 millones padecen, en su mayoría, desnutrición, 250 millones sufren explotación laboral y un millón de menores caen en las redes del comercio sexual.  
La semblanza de la infancia es la imagen de nuestra condición moral como adultos. Una civilización luchando contra la infancia es un mundo que ha perdido la esperanza. La infancia en la indigencia, vejada, golpeada, inmolada es un crimen contra la humanidad que pronto será juzgada por sus propios descendientes.
También se estima en 400 millones los chiquillos esclavos, bajo el despotismo de la explotación. Entre ellos se cuentan los críos encadenados a trabajos forzados en la agricultura, en yacimientos, en minas, en industrias y como esclavos de terratenientes. Son ya medio millón los niños soldado. Cerca de dos millones de chiquillos son trajinados como objetos sexuales. 
Por último, uno de cada siete chiquillos nacidos en los países más indigentes está sentenciado a morir antes de cumplir los cinco años. Al año agonizan más de 250.000 chavales. “La mayor parte de los niños mueren por carencia de alimentos y nutrientes esenciales, lo que les debilita, reduce su peso y acentúa su vulnerabilidad”, afirma el estudio, y añade que “estos niños están expuestos a un riesgo muy alto de enfermedades infecciosas.” Esta angustiosa carga de congoja y defunción sucede en todos los países de Hispanoamérica y el Caribe. 
En la Declaración de los Derechos Humanos del Niño se afirma que “el niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud. Con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño deberá disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados”.
Azorín escribió: “cuando hacéis con la violencia derramar las primeras lágrimas a una niña, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza y la hipocresía”.