miércoles, 21 de octubre de 2009

Prostitución


Mayte Ciriza

Con sus luces rosas de neón, se ven a las afueras de las ciudades o de repente en medio de un descampado, los clubes de carretera. Parece increíble que a estas alturas de siglo, de civilización y de conquistas sociales, que a estas alturas de avances en la igualdad se sigan permitiendo esos antros de esclavitud sexual que son los clubes de carretera. Excepto los que entran, el resto mira para otro lado, se hacen los suecos.


Los burdeles envían a los jóvenes el mensaje de que las mujeres son objetos sexuales, subordinadas a los deseos y al dinero de los hombres. La mayor parte de la prostitución se ejerce en estos antros, el resto en pisos y prostitución callejera, que ha levantado un cierto revuelo últimamente por unas fotos ejerciendo la prostitución en plena calle en Barcelona pero que, vaya, podrían hacerse en cualquier gran ciudad española. El problema no es que esto pase, sino -al parecer- que se publiquen unas fotos. Digo que se ha levantado un cierto revuelo porque tampoco esta sociedad está dispuesta a debatir a fondo sobre esta forma de esclavitud, es un tema sobre el que se pasa de puntillas y mientras no lo hagan en el portal de tu casa, da igual que trafiquen con nigerianas o mujeres de Europa del Este. Nos hacemos los suecos.

Hay quienes defienden legalizar la prostitución como una profesión. Pues bien, vamos a imaginar que para cobrar el desempleo no se pudiera rechazar una oferta del INEM, y el Estado le ofrece entonces a tu mujer o a tu hija en paro un puesto de prostituta, ¿qué dirías entonces? Además, legalizarla supondría legalizar este modo de esclavitud así como las mafias que la alimentan, las redes de extorsión, violencia, coacción y secuestro de las que se nutren. Hemos acabado con la esclavitud por el color de la piel pero no con la esclavitud por el sexo. Nos hacemos los suecos.

No se va a poder evitar que una mujer (o un hombre, pero son los menos) ofrezca sexo por dinero. Pero una cosa es un acuerdo privado entre dos adultos (que degrada como persona, porque es una relación sexual mercantilizada), y otra que la miseria o la violencia te obliguen a hacerlo, que traten a las mujeres como una mercancía, que las lleven de la calle de una ciudad a otra o de un prostíbulo a otro, y que no puedan salir de esa espiral de sexo y explotación. Es alucinante que esto se permita. ¿Para qué queremos una Ministra de Igualdad? Supongo que la razón de que nadie haga nada al respecto es que se trata de un negocio que mueve miles de millones de euros y de que hay muchos turbios intereses implicados. De otra forma no se explica que en pleno siglo XXI países llamados civilizados permitan que miles de mujeres sean víctimas de la prostitución.

¿Qué hacer? El ejemplo lo tenemos en los suecos: en Suecia se castiga al que compra sexo, porque comprar sexo es una forma de violencia de los hombres hacia las mujeres. En lugar de hacernos los suecos, sería mejor hacer como los suecos con la prostitución.

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