miércoles, 29 de septiembre de 2004

El Papa bendice a una ex prostituta que dirige casas de ayuda para meretrices


Linda Watson mantuvo hace unos días una audiencia con Juan Pablo II para presentarle sus proyectos

Linda Watson apoya con su trabajo a las mujeres que desean abandonar la prostitución

En 2003 fue elegida en Australia «La mujer más inspiradora del año». Linda Watson, tras veinte años en el comercio sexual, ayuda hoy a prostitutas que quieren cambiar y reconstruir su vida: «Están tan destruidas que parecen muertos vivientes», explica. Ha creado las «Casas de la esperanza de Linda» («Linda’s Houses of Hope»), donde las prostituas reciben protección, refugio y atención. Watson se indigna cuando se presentan proyectos para legalizar la prostitución:
contesta que le gustaría preguntarle a los políticos si admitirían que sus hijas o sus hermanas fueran prostitutas

Antonio Gaspari
Roma- Ha sido, sin duda, uno de los encuentros más inesperados para todos y más emotivos para Juan Pablo II. Linda Watson ha sido la primera ex prostituta que se ha entrevistado con el Santo Padre: «No podía creer que estuviera frente a él. La experiencia ha sido fantástica», reconoce. Linda Watson era una joven madre con tres hijos que no tenían para dormir más que el suelo. «Así que cuando me ofrecieron ganar dos mil dólares por semana a cambio de dar masajes, me vi muy tentada». Sólo tenía que probar dos meses. Si no le gustaba, podía irse sin que nadie lo supiera. Pero cuando se dió cuenta de la verdad, ya era demasiado tarde: «Tan pronto como empecé, perdí mi dignidad». Linda recuerda que su primer cliente fue un alto directivo de los medios: «Inmediatamente me sentí como si hubiera sido vendida igual que un trozo de carne». En ese momento, la situación comenzó a estar «fuera de control». El dinero y la manipulación se convirtieron para Linda en «una red de seguridad» para protegerse. Si intentaba dejarlo, no sabía dónde ir para «recuperar el respeto» y poder reconstruir de nuevo su vida. Por eso no se decidía a dejarlo. . El comercio con el cuerpo no es fácil de abandonar, pero tampoco es imposible: «Todo sucedió el día en que murió Diana de Gales», recuerda Linda Watson. «Fue ese día cuando me di cuenta, por primera vez, de que la riqueza y el poder no eran la respuesta. A la princesa de Gales, al menos, no le habían salvado la vida». Cuando Linda comenzó a buscar trabajo, nadie quería contratarla. «En ese momento comprendí que Dios me estaba dando la misión de salvar a otras mujeres de las redes en las que yo había caído». Pero tampoco fue fácil entonces: «No sé en cuántas Iglesias me rechazaron, hasta que conocí al arzobispo de Perth (Australia). Él fue el único que comprendió mi visión de futuro y mis proyectos».
Monseñor Barry Hickey, por su parte, encontró en Linda la respuesta a sus oraciones: «Antes de conocerla no lograba encontrar un modo de acabar con la industria sexual». El prelado explica que un asistente social no ayuda, lo que se necesita es alguien que conozca la actividad desde dentro: «Y ella fue un ángel de esperanza». Y así comenzó lo que hoy se llaman «Linda’s Houses of Hope» («Las casas de la esperanza de Linda»).
Proporcionan ayuda, refugio, protección y asesoramiento a las prostitutas que desean recuperarse y dejar la prostitución. «Algunas jóvenes vienen hasta aquí, después de atender entre ocho y quince clientes al día, sin ropa, o incluso sin dientes a causa de los malos tratos que reciben de sus clientes», subraya Linda. Watson se indigna cuando oye que los políticos tratan de sacar adelante proyectos de ley para legalizar la prostitución: «La prostitución destruye. No te quieres y además crees que nadie lo hará nunca». Por eso, le gustaría preguntarle a los políticos si admitirían que sus hijas o sus hermanas fueran prostitutas. «Si la gente viera que las prostitutas viven como muertas vivientes, nunca apoyarían la legalización». Hoy, Linda Watson es una activa defensora de los derechos de las mujeres. El éxito que ha obtenido para que las propuestas de legalización de la prostitución no sigan adelante, o por exponer los abusos contra las mujeres en este mundo, contrasta con los ataques y las amenazas que ha recibido: «Yo camino con Dios e intento “esquivar las balas”», confiesa. Todo esto es lo que Linda Watson, hace dos semanas, expuso ante su Santidad Juan Pablo II para pedirle que rece por ella y por su trabajo a favor de las mujeres que quieren abandonar el comercio sexual. Mientras recuerda el Evangelio de la mujer de mala reputación perdonada por Jesucristo, Linda asegura emocionada que «no podía creer que estuviera junto al Santo Padre. Ha sido verdaderamente extraordinario». Zenit

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