sábado, 3 de septiembre de 2005

La terapia reduce hasta 86% el riesgo de morir por Sida

La revista The Lancet publica un estudio realizado con pacientes suizos que tienen Sida y pretende cuantificar las diferencias en la progresión de la enfermedad y la mortalidad de los pacientes que reciben TARGA y los que no lo hacen.

El tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA) es muy eficaz, aunque caro, porque reduce drásticamente la progresión y la mortalidad de la enfermedad del Sida. Esto permite que los pacientes, la mayoría de los cuales son jóvenes, sigan llevando una vida activa.

El motivo por el cual los pacientes reciben o no la medicación no se basa en una distribución 'aleatoria', que es lo que se hace en los ensayos clínicos, y que no sería éticamente aceptable, sino en lo que ocurre en la realidad (pacientes que no quieren recibir tratamiento, lo abandonan, etc.)

Los resultados de este trabajo ponen números a la realidad: el TARGA reduce un 86 por ciento las posibilidades de progresar a Sida o morir de los pacientes seropositivos, cuando se compara con los individuos que no se tratan y un 51 por ciento cuando se compara con los que reciben dos fármacos.

En el estudio se demuestra también que los pacientes adictos a las drogas son los que menos se benefician de la terapia antirretroviral, posiblemente por ser peores cumplidores del tratamiento, y porque tienen con más frecuencia hepatitis C y riesgo de fallecer por sobredosis o muerte violenta.

Los autores de la investigación creen que "estos números pueden ayudar a hacer un cálculo del potencial beneficio económico de tratar a los pacientes infectados en los países en vías de desarrollo".
Hay que tener en cuenta que aunque los fármacos son muy caros una reducción de este calibre podría ser rentable si se tiene en cuenta el número de ingresos hospitalarios que evita, y la cantidad de pacientes jóvenes que siguen siendo productivos si la enfermedad no progresa o no fallecen por ella.

La mayoría de los médicos que han tratado a pacientes seropositivos sabe que el TARGA es efectivo. Los propios pacientes que sufrieron la enfermedad desde antes del descubrimiento de los fármacos han comprobado cómo la medicación les mejoraba mucho. Sin embargo, hasta este trabajo, los datos objetivos sobre este fenómeno eran escasos.

Esto se debe a que cuando los primeros estudios con TARGA demostraron su gran eficacia los investigadores llegaron a la conclusión de que sería poco ético hacer trabajos en los que se mirara la diferencia en la mortalidad de los pacientes que recibían el tratamiento y los que no.
Se consensuó entonces realizar estudios en los que se valorara marcadores 'intermedios' de eficacia, como el número de CD4 o la carga viral, estableciéndose un periodo de 48 semanas como suficiente para encontrar diferencias.

ensayos clínicos. Para poder dar datos numéricos sobre la eficacia del tratamiento en términos de mortalidad no valen los ensayos clínicos, que duran poco tiempo y es preciso recurrir a los llamados estudios de pacientes.

Estos consisten en escoger a una población de individuos infectados y seguirles a lo largo del tiempo, anotando los datos sobre la enfermedad, su modo de transmisión, si toman o no tratamiento, si este es eficaz y si fallecen.

Estos estudios son menos eficaces para establecer diferencias entre grupos, porque hay muchos factores que pueden sesgar los resultados, pero son mucho más parecidos a la vida real que los ensayos clínicos, y éticamente más adecuados en situaciones como la expuesta.


A los enfermos de VIH los mata la hepatitis C


El virus de la inmunodeficiencia adquirida (VIH) ya no es tan radicalmente mortal. Los modernos fármacos antirretrovirales han conseguido restablecer la inmunidad, controlar los procesos infecciosos que hace años diezmaban a la población seropositiva y alargar la vida de los pacientes de forma notable.

Pero al agente causante del Sida le ha salido un competidor aún más letal: el virus C de la hepatitis (VHC).

La expectativa vital de los portadores del VIH está otra vez seriamente amenazada por las graves lesiones en el hígado que puede causar esta segunda infección.

De hecho, la cirrosis y el fallo hepático asociados a este patógeno figuran ya entre las primeras causas de mortalidad de los seropositivos.

En España, la magnitud del problema es alarmante. Actualmente uno de cada cuatro enfermos de sida fallece por este motivo.

La mitad de los seropositivos nacionales está coinfectado por el virus C de la hepatitis, mientras que en EU y en otros países de Europa occidental esta tasa no llega al 30 por ciento.
Pero el panorama es todavía peor entre los adictos que se inyectan drogas: el porcentaje de españoles afectados por ambos procesos víricos se eleva en este caso al 90 por ciento, ya que los dos microorganismos comparten esta vía de transmisión sanguínea.

La coinfección por el VHC ha emergido como una de las cuestiones más espinosas del actual tratamiento del Sida. Los expertos coinciden en que para prolongar la vida de los portadores del VIH es imprescindible frenar los devastadores efectos de este otro microorganismo. La cuestión es cómo.

El primer consenso internacional sobre el tema, que se acaba de publicar en la revista AIDS, apoya que se administre terapia farmacológica para erradicar el virus C en algunos grupos de enfermos de Sida, a pesar de que los tratamientos antivirales que se usan para atacar sendas infecciones interfieren entre si y provocan severos efectos secundarios.

Y aún más, varios países, entre ellos España, están explorando la posibilidad de someter a un trasplante de hígado a los seropositivos que sufren un fallo hepático y que de otro modo morirán.
El potencial lesivo del virus C de la hepatitis se produce a lo largo de muchos años y, por ello, la alarma sólo ha saltado al prolongarse la supervivencia de los enfermos de Sida.
Sus devastadores efectos sobre el hígado eran bien conocidos en la población no infectada por el VIH. De hecho, esta patología vírica es la principal causa de trasplante hepático en nuestro país (el 35 por ciento de los injertos).

Un dos por ciento de los españoles es portador de este patógeno. Cerca del 80 por ciento desarrollará una hepatitis crónica (inflamación persistente que afecta al hígado), de los cuales el 20 por ciento evolucionará hacia una cirrosis y el cinco por ciento sufrirá un tumor maligno (hepatocarcinoma).

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