viernes, 10 de julio de 2009

habla la impulsora de la red mundial de religiosas contra la esclavitud de la prostitución


¿Qué chica sobrevive a cuatro mil encuentros?

Acaba de nacer en Roma Talità Kum. ¡Levántate!, una red internacional de religiosos (sobre todo religiosas) para liberar a personas esclavizadas por la prostitución. Su impulsora, la Hermana Eugenia Bonnetti, advierte de que, ante nuestros propios ojos, suceden tremendas historias. Muchas religiosas abandonan por la noche, la seguridad de sus conventos para acercarse a estas jóvenes, y ofrecerles y mostrarles la puerta de salida de ese infierno


La red Talità Kum. ¡Levántate! está presente en 36 países, e implica a 574 religiosas y a 252 Congregaciones femeninas. La iniciativa había surgido ya en el año 2000, en Italia, donde las religiosas han prestado asistencia, hasta la fecha, a 3.500 mujeres nigerianas, que habían sido traídas a este país para ser utilizadas como prostitutas por las mafias. Las religiosas las acogen en casas, les ofrecen asistencia psicológica y espiritual y preparación profesional, además de un plan de regreso al país de origen. «En muchísimos casos -señala sor Eugenia Bonetti, la religiosa pionera de esta red- han sido los niños los que han salvado a las mamás, dándoles la fuerza de salir del círculo vicioso de esta moderna, innoble y escondida forma de esclavitud».
La labor de estas religiosas ha sido animada por el mismo Benedicto XVI, quien les dirigió un mensaje para ani
marlas en esta labor. Pero hay otros muchos reconocimientos. La Hermana Eugenia ha sido recientemente galardonada con el Premio Mujer de Coraje, por el Departamento de Estado de Estados Unidos, por sus esfuerzos en combatir el tráfico de personas. El trabajo de la religiosa fue también reconocido en 2004, cuando fue nombrada una de los seis Héroes que Actúan para Acabar con la Esclavitud Moderna, en el informe anual publicado por el Departamento de Estado de ese país.

Sobrevivir al infierno

Primero en Roma, y ahora en todo el mundo, la Hermana Eugenia ha formado a religiosas para que ofrezcan refugio y rehabilitación a mujeres rescatadas de la prostitución. Según la religiosa, las mujeres jóvenes son las únicas castigadas por el delito de la prostitución. «Cuando pido ayuda a la policía, a menudo arrestan a las chicas, y dejan irse a los hombres». A veces, dice, las chicas son arrestadas, metidas en una celda donde pueden ser maltratadas, y después arrojadas fuera de nuevo, mientras que los hombres que las utilizan se van libres. Detrás de ese negocio, a menudo se esconde una sórdida realidad. Las mujeres son compradas y vendidas, objeto de comercio y desechadas, a capricho de los que trafican con ellas y de los que abusan de ellas sexualmente. «Las estadísticas son asombrosas -añade la religiosa-. La esclavitud sexual es problemática en todo el mundo, sucede aquí. Delante de nosotros», aunque a veces no queramos verlo. «Este problema está destruyendo no sólo a muchas mujeres, sino también a las familias de quienes utilizan sus servicios. Cuando veo a un coche pararse con una sillita de niño detrás, sé que este hombre tiene una mujer y un hijo en casa».

Según la Hermana Eugenia, muchas de las mujeres que son compradas y vendidas para el sexo, en Italia y en otros países de Europa vienen con el sueño de un trabajo. «Las chicas son metidas con engaño en esto -denuncia-. Les ofrecen lo que ellas creen que son buenos trabajos. Pero una vez apartadas de los lazos que las unen a su casa, les retiran los documentos y son forzadas a vender sus cuerpos por dinero. Muchas de las chicas son casi adolescentes cuando son forzadas a la prostitución».

Conseguir la libertad no es fácil. «Una chica nigeriana tiene que realizar una promedio de 4.000 encuentros, antes de ser liberada -dice la religiosa-. ¿Quién puede sobrevivir psicológicamente a eso? Sería un milagro». A pesar de todo, sor Eugenia considera que hay esperanza para estas mujeres. Una vez que están a salvo, muchas se recuperan y aprenden a aceptarse a sí mismas. Las Misioneras de la Consolata proporcionan rehabilitación a chicas lo suficientemente valientes como para dejar a sus explotadores. «Nuestras Hermanas dejan la seguridad de sus conventos por la noche para llegar hasta estas chicas».

Un problema que suelen encontrarse entonces es que, «si una chica deja a sus captores, su familia en su país es a menudo amenazada. Por eso, muchas chicas tienen miedo de dejar a los traficantes. De algún modo, tenemos suerte en Italia, porque nuestras leyes ofrecen cierta protección a estas chicas. Cuando cooperan con las autoridades, reciben otros beneficios y pueden recibir la ciudadanía».

Junto con otras Hermanas religiosas, las Misioneras de la Consolata han establecido una red internacional de refugios entre religiosas de varias denominaciones. «Las religiosas pueden hacer este trabajo -dice sor Eugenia-. Cuando las chicas nos ven, saben que pueden confiar en nosotras. Nos ven como madres, y saben que son amadas. Cuando visito a las chicas, me llaman mamá».
Jesús Colina. Roma


Comite Independiente AntiSida

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