miércoles, 30 de septiembre de 2009

El difícil camino que lleva a una vacuna

El rasero que indica que una vacuna puede aplicarse varía en términos de la gravedad de la enfermedad y del contexto poblacional





La semana pasada un consorcio de centros -instituciones científicas, gubernamentales y privadas- anunciaron en una rueda de prensa en Tailandia el éxito de una vacuna contra el VIH/sida. Los resultados, muy tibios, constituyen para los más optimistas la prueba de concepto de que la vacuna contra el sida es posible. Otra parte de la comunidad científica ha acogido la noticia con menos entusiasmo. La experiencia en otros ensayos y con otras enfermedades indican lo difícil que resulta que una candidata a vacuna llegue a buen puerto.
 La vacuna frente al sida ha atravesado años de fracasos, algunos tan sonados como el del ensayo,  STEP, interrumpido porque las inmunizaciones no sólo no prevenían la infección, sino que parecían favorecerla. El STEP debilitó aún más las esperanzas y redujo el número de ensayos clínicos (diecisiete en marcha antes del verano). Justo lo contrario de lo que podría ocurrir ahora, de confirmarse la eficacia de la vacuna RV144, en Tailandia, cuyos datos se acaban de presentar.

"La principal novedad de esta vacuna es el esquema utilizado, que se basa en la técnica prime-boost(estimulación más recuerdo)", explica Juan Carlos López Bernaldo de Quirós, del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, que también participa en la consecución de una vacuna antisida cuyos datos en fase I podrían hacerse públicos en primavera.

El esquema prime-boost consiste en inmunizar primero con una vacuna que emplea un vector, en este caso un virus aviar de los poxvirus, al que se integran genes codificadores de proteínas del VIH (Alvac, de Sanofi-Pasteur). A ello le sigue una inmunización de recuerdo o boost con una proteína purificada de la envoltura del virus, la gp120 (Aidsvax, de Global Solutions for Infectious Diseases). Ambas vacunas habían demostrado antes que eran seguras, pero no efectivas; precisamente, la gp120 protagonizó uno de los primeros fracasos en el campo de vacunas anti-VIH.

"Lo interesante es que Alvac estimula preferentemente la inmunidad celular, mientras que la proteína actúa sobre la humoral, la mediada por anticuerpos", destaca López. Por primera vez se prueba la estrategia prime-boost en el VIH/sida, y tampoco se ha desarrollado, al menos comercialmente, en ninguna otra enfermedad infecciosa.

La efectividad alcanzada al comparar a un grupo de 8.000 adultos sanos vacunados con otros tantos que actuaron como controles se cifra en el 31,2 por ciento (51 individuos infectados entre los vacunados frente a 74 entre los no vacunados). "En vacunas, una efectividad del 30 por ciento no es significativa, pero en el VIH todo lo que se logra lo es. Si hipotéticamente se empleara, se pasarían de los tres millones de nuevos infectados anuales en todo el mundo a dos millones. Algo es algo, aunque no es evidentemente lo mejor", argumenta López.

Según los casos
En esa misma línea se manifiesta Jesús Ruiz, del Servicio de Pediatría del Hospital 12 de Octubre, de Madrid, quien dice que la efectividad de una vacuna en ensayo se valora también en función de la prevalencia de la enfermedad. Por ejemplo, para el tétanos una efectividad del 30 por ciento es apenas irrisoria, mientras que para malaria es aceptable. Una situación distinta es la de las inmunizaciones recogidas en el calendario vacunal de niños y adultos, que ofrecen una efectividad superior el 90 por ciento. Efectividad similar a la alcanzada por una de las vacunas de reciente incorporación, la del rotavirus, cuya respuesta es del 90 por ciento para los casos graves de infección por rotavirus, en los que también se produce deshidratación y que llega a entre el 75 y 80 por ciento en los casos leves.

Volviendo a la vacuna del sida, José Alcamí, del Instituto de Salud Carlos III, en Madrid, considera que los datos presentados son demasiado modestos. "Un fenómeno puede ser estadísticamente significativo, biológicamente poco relevante y médicamente inapreciable. Se puede argumentar que como no hay vacuna preventiva para el VIH, cualquier porcentaje, por bajo que sea, merece la pena, pero también hay que considerar que junto al impacto personal, de protección individual, una vacuna ejerce impacto poblacional, que es el que evitaría la propagación del patógeno y, por tanto, la erradicación de la enfermedad. Para hablar de un impacto poblacional hay que superar la tasa de protección del 80 por ciento; además, hay que considerar que si la protección es muy baja puede deberse a que el virus sea resistente, lo que reduciría aún más la efectividad en siguientes inmunizaciones".

Por eso Alcamí espera, entre otra información, los datos del ensayo en el primer año y los siguientes, para comprobar si la protección se va perdiendo. Otros datos también claves para los investigadores, que probablemente se facilitarán el próximo 20 de octubre en París, son las tasas de infección por grupos poblacionales, con las que se pueden detectar posibles sesgos en el trabajo, matiza López.

Alcamí recuerda que "este ensayo ya fue controvertido en su inicio, porque se basaba en dos prototipos que no habían funcionado. Al final, parece que se ha logrado un resultado previsible: una vacuna segura y de efectividad muy parcial, y eso después de un trabajo sobre 16.000 personas, en el que se ha invertido mucho tiempo y dinero". Al científico no le ha gustado que la presentación de los resultados se hiciera a los medios antes que en un foro científico, con revisión de pares incluida.

"Hay que seguir invirtiendo dinero en vacunas, ¿pero en investigación básica o en nuevos ensayos clínicos? Ése es el dilema actual. Me parece bien hacer ensayos en fase III, pero hay que tener en cuenta que son muy costosos humana y económicamente, por lo que deberían tener un buen respaldo científico previo".



Comite Independiente AntiSida

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