Mientras los mexicanos estábamos muy atentos a los efectos devastadores de la influenza, nuestros legisladores aprobaron –por mayoría– la portación y consumo personal de drogas, supuestamente para combatir el narcomenudeo y distinguirla de la lucha contra el narcotráfico.A continuación presento un testimonio de la vida real sobre un adicto a la cocaína. Por respeto a la privacidad y a su dignidad como persona, he realizado una recreación literaria del caso.Benigno Gaminde (seudónimo) es un joven empresario de unos 32 años. Cuenta que cursó una Maestría en Dirección de Empresas."En mi profesión me iba bastante bien. Me dedicaba a la venta de computadoras en gran escala. Realicé buenos contratos con importantes empresas y gané bastante dinero, no lo puedo negar."Sin embargo, casi en forma inconsciente, en mi vida se introdujo el consumo de alcohol. Si lograba realizar buenas ventas, como recompensa, acostumbraba tomar algunas copas, ¡había que celebrarlo!"Por el contrario, si me iba mal o no llegaba a las metas planeadas, acudía también al alcohol para olvidar mi frustración. Al principio, sólo bebía en los fines de semana, pero luego, lo comencé a hacer también entre semana."Un día un antiguo compañero de la universidad, Nacho, me invitó a probar el ‘crack’, la ‘base’ o la ‘piedra’, como le llaman. Me llevó a un departamento de lujo y me presentó a su dueño, Gustavo."Él era un prominente empresario de 58 años, casado y con varios hijos. Pienso que lo tenía todo para ser dichoso: salud, una hermosa familia y mucho dinero. Sin embargo, era profundamente infeliz. No estaba contento hasta que consumía cocaína."Gustavo fue el que inició –para mí– la inolvidable sesión de consumo de esa droga. Aquella gran nube de cocaína, me produjo un repentino e intenso placer. Y, desde la primera vez que la probé, ya no quise dejar de consumirla."Pero mi tendencia se hizo más marcada, cuando –por ejemplo– en las comidas de negocios deseaba mantener mi estado de euforia. Después de tomar algunas copas, me iba al baño a meterme una dosis de cocaína inhalada. Eso me bajaba un poco la borrachera. De esta manera oculta, me incorporaba de nuevo al grupo de colegas o clientes, sin que nadie lo notara y conservando mi estado de bienestar."Llegó el momento en que la línea se hizo invisible. No sé exactamente cuándo decidí dejar mi trabajo profesional y perdí el control de mí mismo. El hecho es que nos reunimos en el departamento de Gustavo, junto con Nacho y varios conocidos más, dedicados única y exclusivamente a consumir ‘crack’."Recuerdo que pasaron los días; casi no comía, no me aseaba, tampoco dormía. ¡Todo giraba alrededor del alcohol y las drogas! Todos mis ahorros los gasté en eso y, además, en muy poco tiempo."Tengo una estatura de 1.70 metros y en tres meses bajé más de 15 kilos. Cuando me miraba en el espejo, me observaba pálido y sumamente delgado. No salíamos del departamento y manteníamos las cortinas corridas para no ser sorprendidos por nadie."Un día, de forma inesperada, a Gustavo le comenzaron a dar convulsiones. Fue por una sobredosis. Comenzó a echar sangre por la nariz y por la boca. Tirado en el piso, deliraba y –en su desesperación– gritaba, completamente fuera de sí, con los ojos desorbitados:– ¡Denme otra ‘línea’ (de cocaína)!, ¡denme otra ‘línea’!Nacho dijo alarmado:– ¡Hay que llevarlo de inmediato a urgencias de un hospital!"Pero la mayoría estábamos tan drogados que no pudimos reaccionar. A los pocos minutos falleció."Yo me sentía impotente y culpable de no haber podido hacer nada por salvar la vida de Gustavo. Este hecho me sacudió interiormente y no he podido olvidarlo. Decidí regresar a vivir a casa de mis padres. Necesitaba de su cobijo y compañía."Me acuerdo –de forma muy viva– que me sucedía algo curioso. Sentía que una parte de mi cerebro me decía:– ¡Tienes que seguir sintiendo ese placer!"Pero otra parte de mí, me hacía ver la realidad:– ¡Si sigues así, morirás muy pronto!"Después me entró una tristeza profunda, una angustia y un pesimismo permanentes. Mi autoestima estaba ‘por los suelos’. Ya nada me satisfacía en mi existencia, ¡hasta perdí la ilusión por vivir. Entonces, en el fondo de mi conciencia, me dije:– ¡Tocaste fondo, Benigno, tienes que cambiar!"Ese año yo juraba que no alcanzaría a ver el Año Nuevo, de lo mal que me sentía. Me parecía que mis días estaban contados y que no viviría por mucho tiempo. Y pensaba:– ¡Cualquier día de éstos, tú también puedes morir de sobredosis como Gustavo!"Mis padres me internaron en una clínica de desintoxicación. Estoy recibiendo atención psiquiátrica. Mi deseo es recibir ayuda para ser más perseverante y salir de mi grave problema."Éste es el testimonio que les he querido relatar: He destruido la exitosa carrera profesional que había comenzado. Además, con esta situación tampoco me he podido casar."Actualmente, he dejado el alcohol y la droga y me siento mucho mejor."Reconozco que la raíz de mi problema es fundamentalmente de inestabilidad emocional. Considero que soy muy ansioso e impaciente. Necesito saber encauzar positivamente todas mis energías y tener una personalidad más coherente y con mayor fortaleza interior".Por otra parte, con respecto al asunto de la legalización de la portación individual de las drogas, ¿qué han dicho los psiquiatras? Que el consumo aumentará en forma considerable y tendrán que atender muchos más casos de drogadictos por las facilidades que se están dando con esta nueva ley.¿Qué les preocupa a los padres de familia, a los profesores, orientadores familiares y a la sociedad mexicana? Que es muy fácil que los jóvenes caigan en la confusión: "Si es legal o está permitida, entonces es algo bueno y correcto". Es justo el fenómeno social que ha ocurrido en otros países.Por poner unos ejemplos, llevados al absurdo, ¿es posible que nuestras grandes lacras sociales, como son: el robo, el secuestro, los asaltos y la corrupción, disminuirían en forma notable en el supuesto caso de que se legalizaran? Es evidente la respuesta.Me parece que nuestros legisladores nos han conducido a un callejón sin salida, por una pretendida "modernidad" y por hacer "lo políticamente correcto", pienso que lo han hecho presionados por los países desarrollados y diversos organismos internacionales. Pero está claro que unos fines buenos –como es combatir el narcomenudeo y el narcotráfico– nunca pueden justificar unos medios malos y desacertados como es permitir la portación y consumo personal de drogas.El daño a la moralidad pública de nuestra sociedad –especialmente en el futuro de México: los jóvenes, sin duda, será muy grande.Comite Independiente AntiSida
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Un dramático testimonio de adicción a la cocaína
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