martes, 16 de marzo de 2010

Educación sexual forzosa en las escuelas británicas


El gobierno laborista británico se ha propuesto hacer forzosa la educación sexual en las escuelas. Más de lo mismo que ha fracasado durante treinta años. La educación sexual oficial está llena de juicios de valor y de consignas

Tomado de COPE.es

Las estadísticas sobre jóvenes y sexualidad en el Reino Unido muestran tanto la necesidad de mejorar la educación en este ámbito como el estrepitoso fracaso de todo lo que ha sido la política oficial en las tres últimas décadas. En las escuelas secundarias se proporciona cada vez más información sexual, nunca las chicas han tenido tan fácil acceso a los anticonceptivos, incluida también la píldora del día siguiente, y los adolescentes han sido sermoneados hasta el aburrimiento sobre el “sexo seguro”. Sin embargo, el Reino Unido tiene el índice más alto de Europa de embarazos de adolescentes –muchos de los cuales terminan en aborto–, y las enfermedades de transmisión sexual no dejan de aumentar.

Ya actualmente las escuelas imparten clases de educación sexual. Pero, al tratarse de enfoques controvertidos, las familias tienen derecho a retirar de ellas a sus hijos, si lo que se enseña choca con sus convicciones. Esta tolerancia queda recortada en la nueva asignatura de “Sex and Relationship Education” (SRE), que empezaría a partir de la escuela primaria. Los padres podrán seguir retirando a sus hijos de estas clases, pero la asignatura será obligatoria para todos a partir de los 15 años, un año antes de acabar la enseñanza obligatoria.

La situación actual no es que haya una enseñanza religiosa de la sexualidad y los padres no creyentes puedan retirar a sus hijos, no. La situación futura tampoco va a ser que ya nadie, creyente o no, podrá retirar a su hijo de la enseñanza religiosa de la sexualidad, no. Si eso ocurriera, el mundo pensaría que estamos en un Estado gobernado por el cristianismo, o en un estado gobernado por el clero, el nacional catolicismo.

Lo malo, es que ante la realidad actual y la que está por venir, nadie da el grito de alarma diciendo que se nos viene un ateismo totalitario, fascista o comunista, como quieran. El gobierno es ateo, y ya no permite la discrepancia ni a escondidas, ni en casa propia.

No hemos protestado de cómo estaba de injusta la ley…, ahora se te viene una ley doblemente injusta. ¡Te está bien!, por ovejuno.

En las escuelas confesionales

Con el nuevo plan de estudios, se empezaría hablando a los niños de 5 años de los cambios corporales, a partir de los 7 años se trataría también de las “relaciones” (de las que el matrimonio sería una más) y desde los 11 se largaría el resto del paquete, incluidas las relaciones homosexuales, la contracepción y el aborto.

Habida cuenta del fracaso obtenido hasta la fecha por la educación sexual impulsada desde el gobierno, no es extraño que el nuevo intento de “más de lo mismo” haya despertado protestas. Para suavizarlas, ¡oh, beatísima dádiva!, el secretario de Educación Ed Balls ha ofrecido una enmienda que permitiría a las escuelas confesionales dar la educación sexual dentro de “los principios de su fe”. Es decir, podrían exponer sus puntos de vista peculiares sobre las materias de educación sexual, pero sin que puedan omitirlas. “Las escuelas católicas pueden decir a sus alumnos que, desde el punto de vista religioso, creen que la contracepción es un error, pero lo que no pueden hacer es dejar de enseñar la contracepción”, afirma Balls.

Hay grupos que esta “dádiva”, la consideran una concesión escandalosa: ¡El enemigo debe morir, y nada de una muerte dulce!

El que no pueda pagar una escuela confesional esta obligado a ser adoctrinado en el ateismo.

La policía de la diversidad

Pero, como ha comentado Nathalie Rotshchild en Spiked.com –una web no precisamente confesional sino libertaria–, los campeones del “respeto a la diversidad” no son muy tolerantes con la diversidad ajena.

Obligan a los tuyos a meter la cabeza en el cieno, y pedir la dádiva de respirar un poco cada par de minutos, lo consideran excesivo.

Los que se oponen a la enmienda actúan como si la asignatura de educación sexual del gobierno fuera puro conocimiento neutral, incontaminado de ideología, que pudiera ser echado a perder por el ideario de las escuelas confesionales. Ya se sabe: cuando las escuelas religiosas enseñan valores se trata de “adoctrinamiento”, pero si los enseña el Estado pasa a ser “formación” y “crear conciencia”.

¿Quién es poco realista?

En realidad, aparte de enseñar algunas nociones de biología de la reproducción (de las que la mayoría de los adolescentes están al cabo de la calle), la educación sexual oficial está llena de juicios de valor y de consignas, por lo general en versión inversa a lo que antes se enseñaba sobre la castidad. Ahora el énfasis se pone en “la igualdad”, “la diversidad”, en “dar poder” a los jóvenes para que tomen sus propias “decisiones racionales”, y en la necesidad de no salir de casa sin un preservativo en el bolsillo.

Pero hay que preguntarse si este lenguaje y esta ideología de la actual educación sexual tienen algo que ver con la vida real o si se queda en el reino de las teorías. Así lo hace ver la columnista del Independent (1-03-2010) Mary Kenny: “Si hay que ser verdaderamente sinceros al hablar del sexo, habría que decir a los jóvenes que el sexo es radicalmente desigual: la naturaleza no distribuye el sex appeal con igualdad, y la verdadera angustia de la adolescencia es que hay tanta competencia injusta y tanto rechazo de los poco agraciados”. Habría que explicar que “la atracción sexual a menudo no tiene nada que ver con decisiones racionales, y mucho que ver con un loco capricho por alguien, quizá, totalmente indeseable”. “O que cuando llega el momento temerario lo último que uno tiene en la cabeza es la prudente aplicación de la contracepción (...) ¿No es esto mucho más objetivo que las irreales ideas sobre ‘empoderamiento’, ‘respeto’ y ‘libre elección’?”.

Las teorías oficiales entran también en conflicto con la cultura hipersexualizada que rodea a los jóvenes. “¿No sería más sincero –se pregunta Mary Kenny– admitir que los más jóvenes están bajo una fuerte presión para que sean sexualmente activos antes de puedan realmente comprender el significado de esas relaciones, por no hablar de las consecuencias, y que habría que protegerles para evitar que lo sean demasiado pronto?”.

“Hay acuerdo –concluye la columnista– en que es prudente que se dé educación sexual: pero cierta educación sexual está empeorando el problema, en vez de arreglarlo. Claramente, necesitamos nuevas ideas”.

Nuevas ideas

La necesidad de nuevas ideas es indiscutible cuando se hace balance de los resultados de la actual educación sexual, como ha hecho el Family Education Trust (FET) en un detallado informe, Too Much, Too Soon. Recuerda que una evaluación del programa de educación sexual anterior encontró que aunque había aumentado la información de los alumnos, no tenía ningún efecto apreciable en su actividad sexual (British Medical Journal, 2007, 334;133). El informe cita, entre otros, un editorial del British Medical Journal de 2007, que observaba: “La mayoría de los estudios sobre los programas de educación sexual en las escuelas se fijan solo en objetivos intermedios, como si ha aumentado la satisfacción de los alumnos o el uso de preservativos. Esto a menudo lleva a hacer prematuras declaraciones de éxito, cuando otros índices más sólidos como las tasas de embarazos no deseados, de abortos y de enfermedades de transmisión sexual no muestran ningún avance”.

Family Education Trust hace ver que se sigue aplicando un mismo tipo de educación sexual, sin que haya ninguna prueba de que funcione. Es más, tampoco está claro qué quiere decir que “funcione”. ¿Hay que medirlo en términos de mayor uso de la contracepción o en términos de retraso del inicio de las relaciones sexuales? Si como resultado de la educación hay un marcado aumento de la actividad sexual de los jóvenes, pero con uso habitual del preservativo, ¿se valoraría como un éxito o como un fracaso?

Ante el fracaso de la educación sexual impartida hasta ahora, el FET propone dejar el presentar el sexo como si fuera una mera actividad recreativa y separada del matrimonio. “Es importante –dice– que se hable siempre de la intimidad sexual dentro de un contexto ético, que se afronten sinceramente las consecuencias de la actividad sexual y que se presenten claramente los beneficios de reservar la intimidad sexual para el momento del matrimonio”.

En el ámbito escolar, el FET considera imprescindible que los padres intervengan a la hora de definir la educación sexual que se imparte, y, en caso de desacuerdo, que los padres puedan retirar a sus hijos de esas clases.

Estos sí que serían enfoques verdaderamente atrevidos, aunque, visto el fracaso de lo intentado hasta ahora, no vendría mal probar algo nuevo.




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