jueves, 16 de diciembre de 2004

Huérfanos abandonados del sida luchan contra estigma en Africa

Huérfanos abandonados del sida luchan contra estigma en Africa
Foto de Comite Independiente Anti-Sida 1,9 millones de niños menores de 15 años viven con el virus del sida o con el sida en el Africa subsahariana, según el último informe del Estado de la Infancia en el Mundo de Naciones Unidas.

NAIROBI (Reuters) - Mónica tiene 12 años, le gusta el helado, cree que los chicos son brutos y sucios, y de mayor le gustaría ser azafata "porque trabajan mucho pero también disfrutan mucho".

Robert tiene 13 años, es bueno en ciencias, le gustan las patatas fritas, sueña con ser piloto y cree que la corrupción está malogrando Africa.

Los dos niños kenianos, de ojos claros y brillantes sonrisas comparten sueños y gustos de cualquier niño alegre del mundo.

Pero ellos también comparten un secreto que ningún niño debería guardar.

Ambos son seropositivos del sida, y el estigma profundo que esta condición supone en Africa significa que nunca deben revelar su estatus a extraños si quieren conseguir sus ambiciones.

Ellos son sólo dos entre 1,9 millones de niños menores de 15 años que viven con el virus del sida o el sida en el Africa subsahariana, según el último informe del Estado de la Infancia en el Mundo de Naciones Unidas.

Robert y Mónica - no son sus nombres reales - también pertenecen a una población aún mayor de 12,3 millones de niños huérfanos a causa del sida en todo el Africa subsahariana, la región que tiene con mucha diferencia el mayor porcentaje de infectados del sida, 15 millones.

La agencia estima que para 2010 más de 18 millones de niños africanos perderán uno o más parientes por el sida si no se toman medidas. Pero el prejuicio que señala al sida como una maldición ralentizará la respuesta a la crisis, dicen los expertos.

El VIH probablemente entró en el sistema de Robert antes de que pudiera siquiera respirar, contraído en el vientre de su madre en el oeste de Kenia. Pero su condición, si se da a conocer, le podría convertir en un marginado.

Así que Robert oculta su condición a todo el mundo - incluido a Paul, su "mejor amigo" del colegio - que no vive con él en el orfanato Nyumbani de Nairobi.

"Si mis compañeros de colegio supieran, dirían 'harás que todos muramos pronto'. Eso me haría sentir mal", dice Robert.

ESTIGMA

Robert coge el ferry para ir y volver del colegio en un coche sin marca para que los desconocidos no puedan relacionarlo con el orfanato para 94 niños seropositivos donde viven él y Mónica.

Sus temores están bien fundados. Incluso las actitudes más positivas hacia el sida reflejan el estigma: una línea que viene a decir 'el sida está allí y entrar significa que tendrás una muerte de perro'

"Una persona positiva de VIH es el equivalente de Lucifer (dice un anuncio de concienciación de la enfermedad)", dice el comentarista Mwangi Muiruri.

"Cualquier persona con el virus es causa de chismorreo y casi todo el mundo siente curiosidad por echar un vistazo a la víctima cuando la enfermedad ha llegado a su fase terminal", dijo.

Nyumbani, casi enteramente financiada con donaciones de extranjeros, ofrece un lugar cálido y amoroso donde los niños reciben el cuidado de madres sustitutas en cabañas "familiares" individuales y si es necesario se les da medicación anti-retroviral.

El niño más pequeño tiene nueve meses, y el mayor 22 años.

No hay otro lugar como este en Kenia y probablemente en toda Africa. Los expertos dicen que es un ejemplo de que lo que el influyente mundo exterior puede hacer con determinación y filantropía.

Sin embargo, sólo presta atención a una ínfima parte de lo que se necesita. Algunos niños se quedan con sus familias. Otros llegan a Nyumbani demasiado tarde. Alrededor de 57 niños han muerto aquí en los 12 años que lleva abierto.

Bajo un árbol de eucalipto en una esquina del jardín yacen las tumbas de 15 niños cuyos familiares nunca hicieron el viaje para recoger sus cuerpos. El más joven de los niños olvidados era un bebé de seis meses llamada Carmela.

Los niños a veces rezan allí, entre las flores.

Por William Maclean



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