viernes, 7 de mayo de 2004

"No merezco pasarlo bien"

. Testimonio de un joven arrepentido del aborto de su novia

Las relaciones sexuales precoces crean muchos traumas. Se comienza confiando en medios de falsa prevención y se termina destruyendo al propio hijo.

HISPANIDAD 7-5-04

Le llamaremos Antonio, aunque podría llamarse Juan o Alfonso. Es una de las 77.125 trágicas historias que durante el año 2002 salpicaron de hipocresía la sociología pseudo-progre de la España del siglo XXI. No es la historia más destacable. Es una más. Pero es la suya. Y la vive con dolor, miedo, dramatismo, angustia... y esperanza.

Antonio es un joven universitario. Conoció a Pilar y se enamoró de ella. A las pocas semanas "surgió" tener relaciones sexuales. No era la primera vez para un joven que se había "estrenado" a los 17 años con la cultura del "póntelo, pónselo". Gracias Matilde... "Lo que hay que hacer es tomar precauciones", dice. Por eso, Antonio viaja siempre con su Abono Transportes y su preservativo. Su madre, lo acepta. No quiere un bombo "porque sería el mayor disgusto de mi vida".

Todo es cuestión de prevenir. El preservativo funciona. Lo malo es que cada mes le asalta la preocupación de un eventual embarazo. Tras la regla, llega el descanso. Y lo peor es que el preservativo a veces se rompe. "Quiero decírselo a los jóvenes de mi generación. El preservativo no es siempre seguro", señala. Y eso es exactamente lo que ocurrió. Apenas llevaban dos meses de noviazgo y la regla no bajaba.

La prueba dijo que sí y entonces el mundo feliz se convirtió en un infierno: "¿Cómo me puede haber pasado a mi una putada como esta?". Noche de encefalograma plano y soledad. Antonio no podía hablar con sus padres "porque se llevarían el mayor disgusto de su vida". Pilar tampoco podía contarlo en su casa porque pensaba que su padre dejaría de hablarla para siempre. ¿Y los amigos? Los pocos "amigos" con los que hablaron, ya saben: "Te vas a joder la vida para siempre".

Con las puertas cerradas y el túnel oscuro, Pilar pensó que "no estaba preparada para ser madre" y Antonio creyó que debía apoyar a Pilar en la decisión que tomara. Solos en el mundo, ante el silencio de su reciente paternidad/maternidad optaron por "hacerlo" cuanto antes. Tan sólo cinco días después del test de embarazo, se habían quitado el "paquete" de encima. La "solución" era "fácil": diez minutos de intervención y 390 euros con anestesia general.

Los primeros días fueron de liberación. Los dos se sintieron libres de un peso no deseado. Volvieron a reír y a disfrutar de la vida. Pero la conciencia llegó con un mes de retraso. Los dos sabían lo que habían hecho y habían tratado inútilmente de ahogar el peso de la culpa que ahora llamaba a la puerta. "No me apetecía jugar al fútbol, ni salir de copas. A veces no podemos dormir, y se nos quitan las ganas de comer. Éramos alegres y nos sentíamos cobardes. Todo te habla de embarazos y niños. Te sientes aludido por la palabra asesino. Siento que no me merezco pasarlo bien jamás", cuenta Antonio entre lágrimas.

Antonio está arrepentido. Sabe que Dios le comprende y le perdona, aunque todavía no lo vive: "Espero poderme perdonar algún día". El mismo orgullo que todos nos hemos terminado por tragar ante la evidencia de nuestra extremada debilidad y limitación. Mientras tanto, quiere agitar a los jóvenes de su generación para que salgan de la superficialidad en la que viven inmersos. Quiere gritar a la sociedad que el aborto no es nunca una solución. Su testimonio evidencia que el silenciado síndrome postaborto existe. Porque la realidad siempre termina aflorando. Porque si una vida no merece la pena, ninguna vida merece la pena.

Ahora Antonio pelea por recuperar la dignidad perdida. Sigue unido a Pilar, aunque ya no mantienen relaciones sexuales. Y no porque tengan miedo a repetir la dolorosa experiencia, sino porque quieren que esa "palabra" sea pronunciada con la estabilidad necesaria. El dolor y la culpa permanecen en su corazón. Y Antonio quiere redimir el mal irreversible, participar con su testimonio en el ambicioso plan de redención divino. Sea. Me uno a Antonio en su proyecto vital.

Luis Losada Pescador