martes, 11 de abril de 2006

Juan Francisco Lorenzo: "De los enfermos de sida he aprendido mucho: a vivir"

Los más de 20 años atendiendo a pacientes con VIH le han servido a Juan Francisco Lorenzo, de la Unidad de Sida del Hospital de Burgos, para encarar la vida de otra manera. Ahora ha plasmado en una obra sus vivencias, donde también repasa la evolución de la enfermedad.


Sida. Relatos desde la pandemia recoge las reflexiones y artículos que Juan Francisco Lorenzo, coordinador de la Unidad de Sida del Complejo Hospitalario de Burgos, ha publicado en prensa en los últimos años como resultado de su relación con los pacientes. "La obra puede servir para que las personas que no saben nada del VIH conozcan la enfermedad desde dentro, desde la labor que los profesionales hacemos día a día con los afectados. En todos estos años de carrera profesional he intentado transmitir el respeto a los seropositivos", algo que ahora destila en este libro. Lorenzo ha contado con la colaboración del psiquiatra Juan Mons, que ha ilustrado la obra.

El sida, que durante muchos años ha sido sinónimo de exclusión y muerte, encontró su punto de inflexión en 1996. Entonces, con la aparición de nuevos y revolucionarios fármacos, se empezó a utilizar de forma universal la terapia combinada (inhibidores de la proteasa y de la transcriptasa), y el sida pasó a ser "una enfermedad que no impedía a la mayoría de los enfermos que están en tratamiento disfrutar de una buena calidad de vida y desarrollar una vida laboral normal".

Lorenzo dice que "el VIH es, en la mayor parte de los casos, una enfermedad de consulta externa. Los pacientes han mejorado mucho su calidad de vida y la mortalidad ha disminuido".

Si al inicio de la pandemia la población más afectada fue la integrada por toxicómanos, heroinómanos y el resto de consumidores de drogas por vía intravenosa, en la actualidad "la consulta de un especialista en enfermedades infecciosas es un espejo de la sociedad actual. Hay personas jóvenes y mayores, exdrogadictos, hijos nacidos de madres seropositivas, laicos, religiosos, etc. Gente de todo tipo, porque ya no se corresponde sólo con el mundo de las drogas, la heroína y la jeringuilla".

En lo que no se han apreciado cambios, según Lorenzo, es en la reacción del paciente al conocer el diagnóstico: "La reacción inicial es de miedo. Cuando el sida entra en la vida de una persona provoca un impacto emocional muy importante".

Lorenzo recuerda las dificultades a las que tuvieron que enfrentarse los especialistas al comienzo de la enfermedad: "No sabíamos lo que era, no teníamos armas terapéuticas, existía el miedo al contagio, había mucho desconocimiento que generaba miedo". Sin embargo, 20 años después considera que "haber trabajado en este campo ha sido un privilegio, desde el punto de vista profesional, porque he vivido en primera línea los progresos de la medicina en el campo de las infecciosas y la virología, como desde el personal, por lo mucho que me han enseñado los enfermos".

De ellos ha aprendido, sobre todo, a vivir: "En el enfermo se produce un cambio en la jerarquía de valores que le hace ser más humano y dar importancia a lo que realmente lo tiene. En cierto modo, la enfermedad te obliga a hacerte un replanteamiento vital. Eso lo veo en mis pacientes y lo he aprendido de ellos".

Inma Salazar. Burgos