martes, 30 de marzo de 2010

Religiones unidas contra el SIDA



Por primera vez, 40 líderes religiosos se comprometen a derrotar al VIH

DEN DOLDER, martes 30 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Ante una verdadera y propia pandemia que en los últimos treinta años ha matado a más de 25 millones de personas, representantes de varias religiones se han comprometido públicamente a “ejercitar un liderazgo más fuerte, más visible y concreto” en la lucha contra el SIDA.

Sucedió en Den Dolder (Países Bajos), donde -por primera vez en el mundo- cuarenta de los más importantes líderes cristianos, musulmanes, judíos, hinduistas y budistas se reunieron, el 22 y el 23 de marzo para debatir sobre el VIH/SIDA.

La Alianza ecuménica “Actuar juntos” y el organismo católico holandés para el desarrollo Cordaid organizaron el encuentro.

Entre los temas tratados en la cumbre, se encontraban las medidas de prevención y lucha contra la pandemia, las estrategias dirigidas a poder acabar con el estigma y la discriminación y, sobre todo, las maneras más oportunas para expresarse abiertamente sobre la enfermedad y sobre problemáticas sociales relacionadas con ella.

La cumbre ha representado además una oportunidad de debate y diálogo con enfermos de VIH y con especialistas comprometidos en la lucha contra el SIDA.

Desde que el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida fue identificado por primera vez, hace treinta años, las disparidades de acceso al tratamiento de fármacos antirretrovirales han creado fuertes desigualdades.

La actual crisis económica está poniendo en peligro los progresos logrados hasta ahora, hasta el punto de que cada vez que dos personas inician el tratamiento farmacológico, otras cinco se infectan.

Los motivos incluyen obviamente también el miedo a ser aislados y condenados; un miedo que impide a las personas más vulnerables acceder a los servicios de prevención, control y tratamiento de la enfermedad.

El compromiso de los religiosos es entonces el de “trabajar juntos para acabar con el silencio”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores holandés, la agencia de las Naciones Unidas ONUSIDA y el Consejo Ecuménico de las Iglesias han apoyado la iniciativa.

En representación de los católicos se encontraba en el encuentro monseñor John Onaiyekan, arzobispo de Abuya (Nigeria).


- Monsignor Onaiyekan, ¿Sobre qué han debatido durante estos dos días?
Monseñor Onaiyekan: Hemos sido invitados a intercambiar experiencias en la esperanza de encontrar los valores comunes sobre los que programar acciones concertadas.

Sobre todo, hemos reconocido que la religión debe verse como instrumento de compasión y cuidado por el que sufre, sin importar la causa del sufrimiento.

Nuestra tarea es la de ayudar a estas personas, especialmente a superar el estigma y la discriminación.

Una tarea posible hoy, dado que la mayor parte de las religiones ya no habla del SIDA como un castigo de Dios, sino sobre todo como una desgracia, o como una enfermedad que aflige especialmente a los pobres y a los inocentes.

Es el caso de los niños que nacen ya con el SIDA; de los cónyuges que no han hecho nada fuera de las relaciones matrimoniales; y finalmente de los que trabajan en las estructuras sanitarias y que corren grandes riesgos en el intento de ayudar a desconocidos.

- ¿Cuál es la nueva estrategia que ve junto a las organizaciones internacionales?

Monseñor Onaiyekan: Estas organizaciones internacionales empiezan a interesarse por primera vez en lo que hacemos las comunidades religiosas.

Antes de eso, se movían por su cuenta ignorando completamente todos nuestros esfuerzos, mientras que hoy están diciendo que quieren trabajar junto a nosotros.

Entre ambas partes intentaremos entender cómo se puede realizar esta alianza.

- ¿Hay ya ideas sobre cómo, en la práctica, se puede realizar esta colaboración?

Monseñor Onaiyekan: Tras esta cumbre será más fácil intercambiar las propias experiencias, tener contacto entre nosotros.

De todos modos se trata de organizaciones internacionales que trabajan también en el ámbito nacional. Por ejemplo -y es el caso de ONUSIDA-, tienen oficinas también en Nigeria.

Esto quiere decir que la coordinación será más inmediata y cada filial de estas organizaciones podrá relacionarse más fácilmente con los representantes religiosos locales, para identificar un apoyo específico, técnico y eventualmente económico.

En lo que se refiere a los acuerdos formales, en cambio, se deberá estudiar más cuidadosamente porque compete a la Santa Sede.

Lo que es verdad es que el trabajo más importante lo realizará en el ámbito local cada país y cada diócesis.

- ¿Cuál es el compromiso de la Iglesia católica en el frente de la lucha contra el SIDA? ¿Existen, por ejemplo en África, algunas best practice en este sentido?

Monseñor Onaiyekan: La Iglesia católica se encuentra en una situación de gran ventaja porque tiene organizaciones definidas en las conferencias episcopales y en las diócesis, sin contar con las experiencias llevadas a cabo en el ámbito interreligioso, entre cristianos y musulmanes, para afrontar el tema del VIH y del SIDA.

Por ejemplo, en Nigeria tenemos una oficina eclesiástica que coordina la prevención y cuidado de la enfermedad y que está constantemente en contacto con el Gobierno nacional para debatir sobre cómo se puede trabajar juntos.

En particular, en nuestra diócesis, en Abuya, hemos creado programas para ayudar a las personas en el ámbito sanitario y todos, comunidades religiosas y civiles, estamos implicados en los servicios de VIH, counseling and testing, para saber si los que llegan a los diversos ambulatorios son positivos o negativos.

De esta manera, podemos realizar a una mejor distribución de las medicinas y ofrecer servicios de información sobre cómo prevenir la transmisión del virus de madre a hijo en el momento del parto.

Obviamente, todo depende de la disponibilidad económica.

- En la prevención, muy a menudo se debate si debe autorizarse o no la utilización del preservativo. ¿Usted qué opina?

Monseñor Onaiyekan: Personalmente estoy de acuerdo con la Santa Sede en que la respuesta efectiva al desafío que tenemos delante y que implica especialmente a los jóvenes no es el preservativo, sino un cambio en el estilo de vida, una mejor organización sanitaria, la solución del problema de la pobreza.

Y después no olvidamos que hay millones de personas que ya están enfermas: distribuir preservativos no les ayuda.


[Por Mariaelena Finessi, traducción del italiano por Patricia Navas]


Comite Independiente AntiSida