sábado, 27 de diciembre de 2008

Mamma Rose da sentido a muchas vidas destrozadas

Presentado en España un documental sobre la lucha contra el sida en Uganda


El sida y todas las consecuencias que acarrea para la persona, la familia, la tribu... puede sumir en la desesperanza a los millones de personas afectadas por esta pandemia. Sin embargo, una mirada de amor, que además de ayudar reconoce la dignidad del otro y no ve sólo una enfermedad, puede marcar una gran diferencia


del
Fotograma documental
Un grupo de mujeres africanas cantan y bailan, la alegría se ve en sus caras. Después, una de ellas comparte: «Aquí me han dirigido una mirada de amor y de esperanza. Y me han mostrado algo que ha dado sentido a mi espíritu y mi cuerpo destrozados. Ahora sé que mi vida tiene un valor, ese valor pesa más que mi enfermedad y que la muerte». Se llama Vicky, y es una de las mujeres seropositivas asistida por el Meeting Point International (MPI), una ONG ugandesa que trabaja en la capital, Kampala.
Así comienza
Greater defeating AIDS (Los grandes vencedores del sida), documental escrito y dirigido por el italiano Emmanuel Exitu, que ha ganado el Premio del Público, en el Festival 2007 de Nueva York sobre Cine y Sida, y el certamen en Internet Bab
elgum Online Film Festival, creado por el cineasta Spike Lee para «buscar gente que tenga una mirada única» sobre la Humanidad. Exitu estuvo la semana pasada en España, y lo presentó en la sede de la Conferencia Episcopal Española.
En un año, las guerras de África acaban con la vida de unas 200.000 personas. El sida, diez veces esa cifra. Ante esta realidad, muchos dicen que la postura de la Iglesia es una utopía; pero, cuando uno conoce la experiencia del MPI y de Rose Busingye, su directora, se hace evidente el valor de la propuesta cristiana, y la novedad que supone para los enfermos y víctimas a la hora de mirar y amar su realidad. Algo que ningún preservativo hace. En junio de 2003, la Fundación Path to Peace, presidida por el Observatorio Permanente de la Santa Sede en Naciones Unidas, otorgó a Rose Busingye el Premio Servitor Pacis.

Atención integral

En el documental de Exitu, que se puede ver de forma legal y gratuita en Internet, en la dirección http://www.babelgum.com/html/clip.php?clipId=113782, se observa la realidad del sida y la desesperanza en la que sume a sus víctimas. Los problemas de salud asociados y la muerte no son sus únicas consecuencias.

Enfermo de sida,
Esta epidemia conduce en Lusaka (Zambia)a otras situaciones que, a su vez, la perpetúan: familias, tribus y comunidades rotas; pérdida de las tradiciones; marginación de los afectados; aumento de la pobreza de las familias... Deja a la infancia en unas condiciones de vulnerabilidad extrema: familias rotas, padres en paro, malnutrición y malas condiciones sanitarias, alta probabilidad de contraer enfermedades, alejamiento del sistema educativo, etc.
MPI ha desarrollado un programa de atención integral que aúna el seguimiento y los cuidados médicos domiciliarios, la recuperación nutricional y psicológica, con actividades psicoeducativas y de integración social; además se ocupan de la atención a los huérfanos, de la concesión de créditos para la reactivación de actividades económicas para la población más necesitada, y de la concienciación y educación de las familias y de la comunidad en general sobre esta enfermedad. Un proyecto en el que colabora la ONG española CESAL (www.cesal.org).
Rose Busingye explica: «El problema del VIH/sida es encontrar el valor de la persona. Descubrir toda la humanidad y dignidad del hombre. Cuando la persona pierde la conciencia de esto, el valor de todo lo demás también desaparece. Entonces nos tratamos a nosotros mismos y a los demás como instrumentos. Algunos de los jóvenes a los que asistimos nos han preguntado: ¿Por qué nosotros no debemos infectar a los demás, si nosotros hemos sido infectados? ¿Quiénes son los otros para mí?»
En el documental, la cámara de Exitu acompaña a la enfermera católica en sus paseos por las barriadas de Kampala. Todos la conocen; unos la llaman Mamma Rose, otros Tía Rose. Se ha convertido en el rostro más familiar para ellos, conoce el nombre y la situación de cada uno. Muchos aceptan su ayuda; otros no están listos todavía, y ella les dice: «Estamos ahí para cuando nos necesites».

Entrevista con Emmanuel Exitu, director de Greater defeating AIDS

«No buscan dinero, sino esperanza»

Greater defeating AIDS es un testimonio más sobre el gran papel de la Iglesia en la lucha contra el sida. En cambio, en las grandes Conferencias internacionales es ignorada o atacada con dureza. La diana de las críticas es su apuesta por la abstinencia y la fidelidad, recomendadas en su día por la propia ONU, dentro de su estrategia ABC (Abstinencia, sé fiel, condón como último recurso). Así, en Uganda, de 1989 a 1995, la tasa de hombres que tenía relaciones con tres o más mujeres al año se redujo del 15% al 3%. El resultado: la prevalencia del VIH pasó del 21% al 6% entre 1991 y 2002.

En vez de aprender, los dogmáticos del condón arremetieron contra el país. «Los consejeros extranjeros borraban nuestras recomendaciones» de abstinencia y fidelidad en los planes estratégicos, denunciaba el pasado junio, en el Washington Post, el reverendo Sam L. Ruteikara, copresidente del Comité Nacional de Prevención del Sida. El boicot ha funcionado. En los últimos años las tasas de sida han vuelto a subir, y los mismos boicoteadores han utilizado este dato para afirmar que la estrategia ABC no da resultado a largo plazo.

Esta guerra ideológica y el alto coste en vidas que tiene queda reflejada en otro documental que ha recibido muy buenas críticas por su calidad. Miss HIV intenta contestar a por qué, con todo el dinero invertido, todavía no se ha acabado con una epidemia prevenible. El motivo del boicot ideológico es, para el reverendo Ruteikara, económico, y por ello suplicaba: «Los que os beneficiáis del sida, dejen a mi gente en paz. Escuchen la sabiduría africana, y les enseñaremos a prevenir el sida».

Es poco probable que escuchen, pero otros lo han hecho. Las autoridades educativas de la India anunciaron en julio que, en ese país, la educación sexual se basará en la abstinencia y la fidelidad. De llevarse a cabo con éxito en el segundo país más poblado del mundo, y dado su creciente peso económico, esta medida podría ser un gran ejemplo.
M. M. L.

Dejad a África en paz




¿Cómo surgió la idea de rodar Greater defeating AIDS?
El año pasado, viviendo el éxito que tuvo una película mía para televisión, me surgió la necesidad de hablar de la esperanza, porque yo no la tenía. Llevo diez años en el loco mundo del espectáculo. Me defino como una persona ratzingeriana, pero cuando oía hablar del Misterio que hace todas las cosas no tenía una experiencia real de ello. Llegó un momento en que, imaginando que mi hijo de cinco años moría, sólo pensaba que nada más eran veinte kilos de carne descomponiéndose. Estaba desesperado. Conocí a Rose en agosto de 2007. Le expliqué mis situación y le comenté: «No tengo esperanza, pero tengo ojos y puedo ver». Así que me quedé.

¿Qué descubrió sobre la esperanza en Uganda?
Se confirmó mi historia de fe. Me ha sucedido lo mismo que a los apóstoles Juan y Andrés. ¿Cómo aprendieron la fe, la libertad que la fe da? Siguiendo a Jesús. Lo mismo me ha sucedido a mi. Seguí a Jesús en Uganda, y ahora estando en Italia. No te puedes separar de Jesús, tienes que estar pegado a Él. Por eso la esperanza no sólo está a cinco mil kilómetros de mi casa, sino en el lugar donde el Señor me ha puesto, con mi familia, mi comunidad y mis amigos.

Al espectador le espera un viaje intenso con su documental.
Quiero que quien vea la película se tope con Rose y lo que sucede en el Meeting Point International de Kampala. Después es cosa del espectador sacar conclusiones. Si esto hace que su corazón lata con más fuerza, sentiré que he vencido. Después está en sus manos ir a buscar a Rose, ir a Uganda, preguntarse por qué hace esto. Quiero que el espectador se haga preguntas.

¿Le suelen decir que Greater defeating AIDS es como el final feliz de una historia muy triste?
Para mí no se trata de conseguir un happy end. El final feliz es un golpe de fortuna; por ejemplo, que Bill Gates se enamorara de Rose y le diera una inmensa cantidad de dinero. Pero estas personas no buscan esto, sino la esperanza, que es una llama extraña que arde dentro de cada contradicción. De hecho, en mi documental las lágrimas aparecen al final. Esto explica que el cristianismo no te quita el VIH/sida ni las lágrimas... Lo que hace es permitirte vivir estas cosas y, aunque llores, eres feliz.

Teresa Ekobo

La historia de Rose y sus amigos


Por José Luis Restán


En España, el genial Pedro Zerolo ha puesto su granito de arena, quizás más aburrido que otras veces: según él la Iglesia, con su condena de los preservativos, no ayuda a la lucha contra el SIDA. Vamos a ver, ¿qué es eso de la condena del preservativo? Lo que la Iglesia dice y enseña es que la sexualidad tiene un significado que sirve a la construcción del hombre y de sus relaciones, y que cuando dicho significado se pierde, lo humano decae y sufre un daño. Así que la Iglesia propone un ejercicio de la sexualidad inscrito en una experiencia de amor fiel y comprometido, abierto a la transmisión de la vida y con vocación de permanecer. Cosas todas ellas que ayudan notablemente a prevenir el SIDA. Y sobre el preservativo, lo que la Iglesia desenmascara es la falacia del sexo seguro, la idea grotesca de que esta tragedia se puede abordar a base de millones de euros dedicados a repartir trozos de goma, mientras se guarda un silencio culpable sobre la dimensión moral de la sexualidad humana. O sea, al margen del hombre, de su valor y de su dignidad.

Zerolo es de los que dan la batalla contra esta lacra en el terreno virtual, ése que tanto gusta a nuestros gobernantes y a nuestros hacedores de opinión pública. Lacitos, carteles, gomitas, carrozas y mensajes fáciles para consumo masivo. Pero hay otra lucha más carnal, más cotidiana y verdadera, la única que puede recuperar lo humano, en trance de ser pulverizado por una terrible enfermedad. La trinchera de esta lucha puede estar en algún barrio de Madrid, o en Manhattan, o en los suburbios de Kampala, y en muchas ocasiones sus protagonistas son monjas (las primeras que se atrevieron a atender a estos enfermos, cuando el cantante Ramoncín decía que el SIDA era un invento del Vaticano para impedir las relaciones sexuales), médicos y voluntarios católicos. Pero de ellos nunca se habla en la cartelería millonaria de esta Jornada recién celebrada.

Conozco bien cómo se desarrolla esta historia en los slum de Kampala, la capital de Uganda. Desde primera hora de la mañana, un grupo de voluntarios del Meeting Point International con Rose Busingye a la cabeza, recorren las callejas sembradas de este dolor inenarrable. Para ellos los rostros de un niño huérfano del SIDA, de una viuda que ha contraído el virus o de un hombre convertido en un pingajo en la plenitud de su vida, no son sólo la imagen de un problema, sino el grito de una necesidad inmensa, incalculable. Dice Rose: "En Uganda todos hacen proyectos, sea para distribuir preservativos, para defender a las mujeres, para derrotar la pobreza; todos están frente a los proyectos, no ante las personas; y así la persona no es nadie, está reducida a sus problemas". Los voluntarios del MPI no tienen fórmulas mágicas para combatir el SIDA, sino que acompañan a cada persona con su deseo inmenso de felicidad y con su exigencia de sentido, a través de una compañía cotidiana que no deja fuera ningún aspecto de la vida.

Rose Busingye es una enfermera que pertenece a la asociación Memores Domini, nacida en el surco del movimiento Comunión y Liberación. Actualmente el MPI ayuda diariamente a 600 enfermos en Kampala y atiende a un millar de huérfanos de la pandemia. Es una atención muy dinámica, hecha sobre el terreno, con visitas diarias a las familias, a las que proporcionan medicinas si no pueden hacer frente a los gastos de un ingreso hospitalario. También se les ofrecen alimentos, mantas y otros artículos de primera necesidad, sin olvidar el pago de tasas escolares para que los niños puedan acudir a la enseñanza primaria, y la atención legal a las viudas (terriblemente numerosas) o a los enfermos que han perdido el trabajo. Todo ello dentro de una trama de relaciones de amistad difícil de imaginar. Es Rose Busingye quien habla de nuevo: "Nuestra amistad con los enfermos y sus familias es una escuela donde aprendemos a amar verdadera y totalmente la vida de las personas y su destino". Rose no ve demasiados remedios en la sempiterna historia del preservativo, simplemente a la vista de la experiencia de su gente, considera que "es un modo negativo, sin solución, de enfrentarse al desafío de la epidemia". Le interesa sobre todo que las personas recuperen el sentido de sí mismas, porque sin eso se destruye todo y no hay base para un verdadero trabajo de recuperación.

Uno de tantos días, Rose y sus amigos del MPI encontraron a Vicky, una madre de tres hijos que había contraído el SIDA, y a la que había abandonado su marido. También uno de sus hijos sufría la terrible enfermedad. No se puede describir el abismo de amargura y desesperación de esta mujer, que rechazaba cualquier forma de ayuda. Entonces Rose le dijo: "¡Vicky, tú tienes un valor inmenso, más grande que tu enfermedad!, lo que necesitas es volver a tener esperanza". Aquella mirada y aquellas palabras fueron el comienzo de un resurgir humano para Vicky, que junto con su hijo ha comenzado la terapia contra el SIDA, pero sobre todo, ha encontrado una compañía humana que le recuerda cada día el valor infinito de su vida, una compañía que le da un rostro y que le ha permitido ser libre y llegar a perdonar a su marido.

Historias como la de Vicky se multiplican en los recodos de las barriadas marginales de Kampala. Como explica Rose una vez más, "nosotros ofrecemos ante todo una relación humana, una amistad que se profundiza con el tiempo, y gracias a esto, los enfermos y los niños descubren cómo hacer frente a la realidad con una libertad y una alegría antes desconocidas". La formación técnica de los voluntarios, la gestión del dinero que llega a través de ONG europeas como AVSI o CESAL, la comida o las medicinas, todo ello son sólo instrumentos para decir a los enfermos que poseen un valor más grande que el mundo entero, que son responsables de su propia vida y que ésta no es un absurdo abocado al abismo, sino que es siempre un camino, incluso cuando está marcada por un sufrimiento terrible. Algo que las campañas gubernamentales al uso jamás podrán ofrecer. Zerolo debería darse una vuelta por Kampala.

hay un vídeo al respecto. Mas información en: http://greaterfilm.blogspot.com/



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