domingo, 19 de junio de 2005

Televisión y sexo


Un articulo de análisis sobresaliente apareció en el diario argentino La Nación. La televisión está favoreciendo la ignorancia ética en los jóvenes en torno a la sexualidad.

Reproducimos el primer editorial de La Nación del día 5 de junio. La "tribuna de doctrina" cada tanto en algún aspecto hace honor a su lema centenario. Algunos columnistas, algunos editoriales, algunas cartas de lectores... parecen devolverla a la vieja tradición periodística de observar la realidad con sentido común. Y a la noble tradición del periodismo independiente de no callar por motivos económicos. ¿Será que La Nación no tiene intereses en canales de TV, como otros diarios grandes? Puede ser. Pero tiene avisadores. A pesar de esto, ha publicado estas consideraciones bien medulares que tocan el nervio mismo del problema. Nos parece interesante difundirlas.



La Nación ( 5-6-05)

En muchos sectores se observa una justificada preocupación por la falta de una adecuada formación ética y espiritual en los adolescentes y jóvenes en torno de la sexualidad. A menudo se pide que la sociedad tome conciencia sobre la creciente cantidad de adolescentes que quedan embarazadas imprevistamente -lo cual las obliga a enfrentar una situación para la cual no están preparadas- y, también, sobre el alto grado de exposición de muchos jóvenes al contagio de enfermedades de transmisión sexual.

Una información estadística sobre hábitos sexuales de los jóvenes, difundida el jueves último, agregó un nuevo motivo de inquietud. Según una encuesta efectuada entre 6500 jóvenes y adolescentes de 14 a 25 años, sólo el 15 por ciento de los varones y el 27 por ciento de las mujeres suelen adoptar algún tipo de precaución para evitar el contagio de aquellas enfermedades que se transmiten por la vía sexual. (1)

Sería absurdo ignorar la gravedad de esos problemas y la necesidad imperiosa de brindar a las nuevas generaciones una educación adecuada sobre las responsabilidades que impone la relación entre los sexos. (2) Pero sería igualmente grave desconocer que, en la compleja realidad social de nuestro tiempo, la formación de los adolescentes y los jóvenes no se agota con la transmisión de conocimientos que se brindan en las aulas, sino que responde cada vez más a la influencia de otros factores, como, por ejemplo, los medios masivos de comunicación.

Sería asimismo ingenuo desconocer que actualmente la televisión, con su prédica cotidiana y casi compulsiva, es un agente u operador educativo mucho más importante que la escuela. Baste tener en cuenta que los niños y jóvenes pasan más horas frente al televisor que las que asisten a clases. En la contradictoria sociedad actual, el sistema formal educativo ya no está solo: junto a él actúa un sistema inorgánico, paralelo, poderoso e influyente, que alcanza su expresión más notoria en la televisión, pero que también se manifiesta a través de otros instrumentos de considerable influencia, como Internet, la radio y hasta el cine. Esto no significa relegar el papel fundamental de la educación formal. Significa, simplemente, constatar una realidad objetiva que se nos impone cotidianamente y que no podemos dejar de reconocer.

¿Qué vivencias transmiten actualmente los medios de comunicación -y sobre todo la televisión- en las cuestiones vinculadas con el sexo? Lamentablemente, cuando examinamos los contenidos de los programas que emiten a diario los canales de TV en nuestro país, advertimos que hay una tendencia creciente al exhibicionismo malsano y efectista en todo lo que se relaciona con el sexo. La obscenidad y el sensacionalismo están casi siempre presentes, con frecuencia alarmante, en la programación. Tanto en las producciones de ficción como en los llamados programas de entretenimiento o "de interés general" prevalece -con muy pocas y honrosas excepciones- una explotación de la temática sexual absolutamente reñida con la responsabilidad, el compromiso ético y el buen gusto. Detrás de las imágenes que se proyectan, no existe la menor inquietud por iluminar el complejo universo de la sexualidad con un mínimo deseo de dignificar la condición humana. Al contrario: tanto en las imágenes que se usan como en las expresiones y descripciones verbales que se utilizan para aludir a los temas vinculados con el sexo se suele elegir el camino fácil de la procacidad, la burla o el menosprecio por los valores que ennoblecen al ser humano. Y hasta se incurre en la imprudencia de presentar el hábito atroz de la promiscuidad sexual como si fuera un componente natural o aceptable de la vida en sociedad.

La televisión permanece indiferente, en general, al mundo de los valores. Y, en lo que concierne específicamente a las cuestiones vinculadas con la vida sexual, continúa alentando visiones reduccionistas y degradantes del amor y del erotismo, cuando no concepciones prejuiciosas, casi siempre denigratorias para la mujer.

Un reciente informe de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, titulado "La calidad de la televisión argentina", confirma en gran medida esa visión desalentadora acerca del lugar que los valores y los disvalores morales ocupan hoy en nuestra TV. El estudio investiga de qué modo la obscenidad y la impudicia se filtran no sólo en las producciones de ficción, sino también en algunos noticieros y en la extendida franja de los programas "híbridos", que mezclan lo real con lo ficticio. Incurren en esa desviación, muchas veces, los reality shows, los talk shows, los llamados magazines de sucesos, los programas periodístico-humorísticos y ciertos pseudodocumentales de trasnoche de supuesto contenido social.

Cuando se reclama, no sin razón, que las escuelas argentinas proporcionen a sus alumnos educación sexual, se suele olvidar que la sociedad tiene un deber aún más imperioso y urgente: encarar una estrategia de contención que ponga límites al irresponsable tratamiento que la TV otorga a las cuestiones vinculadas con la vida sexual.

Como lo dijimos días atrás al ocuparnos de la violencia en la televisión, el camino que se debería transitar no es el de las prohibiciones, sino el que conduce a crear en los agentes responsables del sector televisivo una conciencia cada vez más vigorosa del daño psicológico y moral que se les está ocasionando a los sectores más desprotegidos de la sociedad.

Es imprescindible generar en el ánimo de los productores y responsables de la televisión argentina un espíritu de autorregulación que los conduzca a modificar las tendencias actuales y a sustituir unos contenidos por otros mediante una estratégica revalorización del papel que la imaginación y la creatividad están llamados a desempeñar en la empresa televisiva.

El sistema educativo formal, por supuesto, debe extremar más que nunca su celo para que las escuelas brinden a los adolescentes una formación adecuada sobre los grandes compromisos de orden moral a los que deberán hacer frente a lo largo de sus vidas, incluidos los que atañen a la esfera de la sexualidad. Esa formación deberá basarse en un conjunto de valores y principios que dignifiquen la condición humana.

Los medios de comunicación, entretanto, habremos cumplido con nuestra parte cuando nos comprometamos responsable y seriamente a no entrar en contradicción franca y abierta con los contenidos y las enseñanzas que los alumnos reciben en el ámbito familiar y escolar. Los medios no podemos ni debemos declararle la guerra al sistema educativo formal. Es lo menos que se nos puede pedir.

Domingo 5 de junio de 2005

Link corto: www.lanacion.com.ar

1) Esta constatación -sea el dato verdadero o no- parece insinuar la licitud y efectividad del uso del producto preferido del Dr. Ginés González García. Bien, conste que la moral natural y por lógica consecuencia la católica son seriamente agraviadas por el uso de estos "medios para evitar el contagio". Que, además, son ineficaces para ese y para otros fines más ingnominiosos. (N. de la R.)

2) Obviamente ésta no puede limitarse a la orrísona "educación sexual", denominación fea y que mal define o parcializa contranatura lo que es la educación per se. Todos los aspectos de la vida humana quedan involucrados en la educación, aunque no se muestren láminas ni se describan métodos. Esto último debería considerarse una "instrucción", con el mismo valor formativo que la lectura del manual del teléfono celular... Y los mismos resultados.

Durante siglos no fue necesario que los padres "hablasen" demasiado de ciertos temas. La conducta correcta y formativa estaba dictada por el ejemplo familiar, vecinal, social. En ciertas ocasiones y edades se hacía necesario explicitar de un modo personal y según la prudencia del caso ciertos detalles. Pero la verdadera base de una educación en la virtud, en especial la fortaleza y la templanza, se ponen desde la infancia misma. Y el contacto con con los animales volvía cotidiano y connatural el conocimiento de los hechos que ahora requieren de expertos entrenadores, solo que sin procacidad. Al menos cuando el individuo tenía una psicología normal. Por siglos se ha educado así. Y funcionó muy bien. (N. de la R.)