jueves, 25 de mayo de 2006

Dignidad humana y «preservativo»


El adjetivo «preservativo» tiene un sentido positivo: preservar, poner a cubierto anticipadamente a una persona o cosa, de algún daño o peligro; así lo entiende cualquier inteligencia. Si no cumple el cometido que lo define, no es un preservativo. Es otra cosa, al no preservar del daño o peligro, y por consiguiente pierde su carácter positivo.

En España, hay cerca de 125.000 personas infectadas por el VIH; estamos a la cabeza de la Unión Europea, en cuanto al número de infectados, y aunque alguno de ellos no ha desarrollado aún la enfermedad, sí puede transmitir el virus.

Para velar por la salud física de los españoles, bien común reconocido en el art. 43 de la Constitución, está el Ministerio de Sanidad y Consumo, secundado por diversas entidades, es decir, el servicio público del bien común de la Sanidad, y en tal sentido, acertadamente, por ejemplo en materia de publicidad del tabaco, advierte a los fumadores de su peligrosidad para la salud, e incluso se prohibe su consumo en ciertos centros, transportes, etc...

Dado el triste récord de infectados por el VIH, se ha lanzado, con el apoyo de organismos oficiales y con fondos públicos, una campaña de prevención contra el sida, dirigida principalmente a los jóvenes (más del 50% de las infecciones), que se fundamenta en el uso del llamado preservativo. Figura en la propaganda gratuita que se reparte esto: El VIH no tiene porqué limitar tus prácticas, puedes hacer lo que quieras y con quien quieras... Incorpora los preservativos... Se pueden usar trozos de látex empleando preservativos cortados o barreras de látex que venden en las farmacias para realizar sexo oral. En grandes carteleras expuestas en lugares de asistencia masiva figuró, en conmemoración del 1 de diciembre, Día mundial del sida, un gran jugador de fútbol con la leyenda: Juega sin riesgo, con el sida no te la juegues, protégete, y al lado un dibujo del supuesto preservativo. Digo supuesto, porque según informaciones, como la de la doctora Susan C. Welles (publicada en la revista Social Science Medicine), la eficacia del preservativo, en la prevención del sida, es sólo del 69%, y otros estudios demuestran que 29 de 89 marcas de preservativos son permeables al VIH. Creer que se está protegido totalmente por el uso del preservativo es como jugar a la ruleta rusa con dos balas en el cargador del revólver.

LA OBLIGACIÓN DE ADVERTIR
Podemos añadir, a salvo del plano moral, que una cosa es tratar de preservar un embarazo, y si falla el preservativo da como don lo que más se quiere en la tierra, un hijo, aunque inicialmente no haya sido deseado, y otra muy distinta es que falle al tratar de prevenir el sida, ya que supone la posibilidad de enfrentarse a lo que menos se quiere y más se teme en el mundo, la muerte.

¿Los citados informes son ciertos? Si así fuera, exigiría, por el bien de la salud pública, al menos una seria advertencia en la publicidad del preservativo, pues no es un juego sin riesgo, sino todo lo contrario: puede costar males sociales, fuertes gastos a la sanidad pública, focos crecientes de contagio...

Las autoridades sanitarias deben advertir, en su ineludible ministerio de velar por la salud de todos los ciudadanos, para no incurrir además en responsabilidades de orden civil, pérdida de confianza de los administrados... y más hoy día, que existe un especial estado de conciencia social al respecto, de la misma forma que a cualquier manufactura, aparato, medicamento... la legislación preceptúa se les dote de prospectos advirtiendo del peligro para los usuarios, e incluso, salvando las distancias, en caso de operaciones quirúrgicas con riesgo.

Las autoridades religiosas católicas (el 90% del pueblo español así se declara) han de prestar un servicio público que afecta a la salud moral, de orden superior, y también en este caso a la salud física, por ser el método más seguro para prevenir el sida en materia de sexo, al recordar la observancia en conciencia de lo legislado hace milenios en las Tablas de la Ley, así como el matrimonio monógamo entre hombre y mujer (la OMS ha comenzado a difundir mensajes a favor de la monogamia y en contra de la promiscuidad).

Pero hay un factor más, principalísimo: a los afectados en primer término, la juventud española, ya de por sí abrumada por el flagelo del siglo D+3S (droga, sexo, sida y sectas), no le bastan los loables esfuerzos, imprescindibles y necesarios, para su prosperidad material y económica, sino que necesitan un algo más de orden superior, que debe ser mostrado por sus líderes: que les señalen y aconsejen el camino de la verdadera dignidad humana. Lo contrario siempre pasa factura


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Problemas con los preservativos

Cuando se trata de evitar el contagio de enfermedades sexuales, todo parece fácil. Se utiliza un preservativo y ya está. Pero debe haber algo que se nos escapa cuando esto no siempre se cumple. Y no se cumple por varias razones. Por un lado, no es cierto que todo el mundo utilice preservativo cuando «debiera» utilizarlo; por otro, hay mucha gente que no sabe que está contagiada de sida, o de otras enfermedades, y, además, el preservativo no es eficaz al cien por cien, o se rompe sin que se sepa muy bien por qué.

Un estudio de la Universidad de Alabama ha llegado a la conclusión de que muchos hombres que saben que pueden contraer enfermedades de transmisión sexual no utilizan los preservativos. Los que menos lo hacen son los que no tienen pareja estable y toman drogas.

De los 224 hombres que respondieron a los cuestionarios de los médicos, uno de cada tres sin pareja estable no utilizaba preservativo, y tampoco dos de cada tres con pareja estable.

Todos ellos habían acudido a una clínica de Birmingahm especializada en Enfermedades de Transmisión Sexual en busca de ayuda, y dos de cada tres aseguraron que ya habían sufrido algún contagio.

El estudio ha sido publicado en la revista «American Journal of Health Behaviour».

A pesar de que los hombres aseguraban estar en riesgo de contraer ETS, «parecen aceptar el riesgo y eligen la prevención secundaria —buscar tratamiento — en vez de practicar la prevención», asegura el estudio.

En cuanto a los contagios de sida, mucha gente, sencillamente, no sabe que está contagiada, como ha señalado en repetidas ocasiones el Ministerio de Sanidad español.

La eficacia del preservativo es otro elemento a tener en cuenta. En ocasiones, simplemente, se rompe. Si el riesgo fuera coger una gripe, no tendría mayor importancia, pero el sida es de por vida, a pesar de los avances que ha habido en la prevención del contagio de la enfermedad y en la calidad de vida de los enfermos.

Lo dice la página web del fabricante de preservativos Durex: «Ningún método de contracepción proporciona una protección del cien por cien contra los embarazos o las enfermedades de transmisión sexual. Los condones suelen fallar principalmente a causa de deslizamientos, o aparecen roturas porque no se utiliza de forma correcta, por lubricantes adicionales a base de aceites, a causa de las uñas, o porque no se sujeta el condón cuando se extrae el pene de la vagina».

Da la impresión de que utilizar bien un preservativo no es tan sencillo.

La misma web explica que uno de cada tres de quienes no utilizan preservativo, no lo hace a causa de un arrebato de pasión, que les deja, literalmente, sin tiempo para ponérselo.

Siempre está la alternativa de la píldora. Lo de utilizar sólo preservativos tiene sus problemas. Uno, no menor, es la cantidad de chicas que, cuando se rompe el látex —esto es algo que le ha ocurrido a mucha gente — van solas a por la píldora del día después, como si «él» no hubiera tenido nada que ver.

Pero tampoco la píldora está libre de problemas. Una de las razones por las que se siguen buscando anticonceptivos químicos más eficaces es que muchas mujeres se quejan de los efectos secundarios de la píldora.

Según un estudio del Instituto de Medicina de las Academias Estatales de Estados Unidos, «entre el 60 y el 70 por ciento de las parejas en el mundo desarrollado utilizan alguna forma de contracepción, pero muchas lo abandonan a causa de sus efectos secundarios».

El estudio señala que deben buscarse nuevas sustancias que afecten sólo a las células directamente implicadas en la reproducción, ya que los métodos actuales «contienen dosis de hormonas que afectan a todo el organismo».

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