viernes, 2 de diciembre de 2005

El SIDA enfermedad ideológica o ideologías enfermas



El SIDA (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida) es una enfermedad, que se descubrió en 1983. Podría decirse que es una infección de reciente aparición y se desarrolla por la destrucción progresiva del sistema inmunológico. Las personas infectadas de SIDA corren el riesgo de morir de las llamadas enfermedades “oportunistas”, contra las cuales su organismo no tiene defensas.

Próximamente se llevará a cabo en Nueva York, el 2 de junio para ser exactos, la revisión de los compromisos adquiridos por los países miembros de la ONU en el 2001, cuando se tuvo la sesión especial sobre el HIV/SIDA. En aquel entonces los gobiernos se comprometieron a luchar por la prevención y la erradicación del SIDA, a través de estrategias nacionales e internacionales. El secretario general de la ONU ha presentado, para el evento de junio, un informe en el que constata que, a pesar de los esfuerzos realizados, aún no se alcanzan las metas previstas. Cabe preguntarse si la estrategia seguida ha sido la más adecuada, es decir la más eficaz para lograr la prevención y erradicación del SIDA.

El SIDA se ha convertido en una enfermedad a la cual se le suelen dar enfoques barnizados de diversas ideologías. Éstas suelen tergiversar la verdad para obtener algún fin, sea económico, de poder o de cambio cultural. Se busca la “cara del SIDA” poniendo en los posters y folletos a personas de color que viven en la África subsahariana y que sufren no sólo por esta enfermedad, si no por muchas otras carencias básicas para sobrevivir. Pero en los foros internacionales el SIDA tiene una cara muy diversa, podríamos decir que ahí se reviste o se “trasviste” diversamente.

Hay un dicho que reza así “Después del niño ahogado se tapa el pozo”, ciertamente el pozo se tenía que haber cerrado antes de que el niño aprendiera a caminar y no cuando ya se había asomado a él varias veces, hasta caer y ahogarse. Normalmente cuando se habla de prevención se entiende como una medida orientada a evitar de antemano una acción con consecuencias negativas. No sería lógico creer que la prevención implica promover la acción que tiene las consecuencias negativas. En el caso del SIDA se da algo muy particular, la estrategia de prevención que se propone como la más eficaz, es la distribución de preservativos. Esto implica que la persona puede seguir tranquilamente manteniendo relaciones sexuales de riesgo, que pueden tener como consecuencia el contagio del SIDA. Resulta un poco paradójico, pues aunque el preservativo evitase el contagio en casi todos los casos como suele pregonarse, es como dejar que el niño se asome continuamente al pozo, arriesgándose a que termine por caer en él y ahogarse. Parece ser que la ideología de la revolución sexual se ha contagiado de SIDA y su promesa de una felicidad radicada sólo en la satisfacción del placer corporal está en peligro de muerte. Aunque sólo se menciona de paso en el informe del secretario general de la ONU, es claro que la fidelidad sexual a una sola pareja heterosexual es la acción más eficaz para prevenir del SIDA.

Otra “ideología” que está afligida por esta enfermedad, es la del género, que deriva de un feminismo que también fue vulnerable a la infección. Es aquella que promete a las mujeres una realización plena si logra el dominio sobre su sexualidad y su capacidad reproductora, a través del empoderamiento, lo que le daría la independencia económica liberándose del peso de la maternidad y logrando los mismos puestos de trabajo que los hombres en proporciones iguales.

Es el feminismo de género que defiende que las “profesionales del sexo” tienen que tener acceso a los medios de prevención y al goce de sus derechos. Si por “profesionales” entendemos solamente a las personas que reciben dinero por realizar alguna acción, la definición sería adecuada, pero si se entiende por la persona que ha elegido prepararse para ejercer un cierto tipo de trabajo, éste término que define a las mujeres que se prostituyen es irónico y denigrante, pues en el 99.9% de los casos las personas que practican la prostitución se ven obligadas a hacerlo por la falta de los recursos necesarios para poder subsistir y de las ayudas sociales suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Por un lado no puede pretenderse que la legalización de la prostitución sea la solución definitiva del problema; por otro hay que ir a la raíz del problema que es el respeto a la dignidad de la persona humana, lo que implica la intervención del estado para ofrecer a sus ciudadanos las condiciones básicas para su desarrollo integral. Ciertamente hay que poner medidas adecuadas para evitar los abusos y que las mujeres no sean víctimas de violencia y tráfico sexual, pero esto no se logrará sólo con empoderar a la mujer, es necesario educar a la sociedad en todos sus niveles para que aprendan el valor de la persona y la respeten.

Relacionada con la ideología anterior encontramos la agenda homosexual que es la que más infectada se ve y aún así no quiere tomar la medicina. Un síntoma de la infección en esta ideología es la defensa a ultranza de la privacidad de la persona, pero el estado no puede permanecer indiferente ante actos que, aún realizados en privado, ponen en peligro la salud y la vida de otras personas. El gobierno debe intervenir para evitar la promoción de acciones que ponen en peligro la salud y la vida de las personas. Otra idea típica de esta agenda es la reivindicación de derechos especiales para las personas con tendencia homosexual, como si no fueran sujetos de los mismos derechos que todos los demás seres humanos del planeta; dentro de estos derechos se propone la tolerancia como la promoción activa de la conducta homosexual, tachando de intolerantes a quienes no la aceptan, ni la promueven, cambiando el significado real de tolerar que es soportar un mal, no promoverlo. Esto no quita que se les dé la atención médica necesaria, sin ningún tipo de discriminación, a las personas que están infectadas por el SIDA, aún cuando hayan sido contagiadas por tener relaciones homosexuales.

Hay una cara del SIDA que, aún siendo la que más sufre por ella merece toda la atención, sin ningún tipo de ideologías, y son los niños que quedan huérfanos a causa del SIDA o que nacen ya infectados. Ellos son inocentes de la situación en la que viven y necesitan que se les acoja y proteja, alguien que piense en su futuro y les dé las oportunidades para desarrollarse integralmente, conociendo la verdad, sin desvirtuarla con ideologías.

Maria Ogurkova, Colaboradora de Mujer Nueva, 2005-05-16




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Pontificio Consejo para la Salud: Mensaje con ocasión de la Jornada Mundial del SIDA

A las conferencias episcopales, a las Instituciones y organizaciones nacionales e internacionales, a las organizaciones no gubernamentales y asociaciones de prevención y asistencia, a los hombres y mujeres de buena voluntad.

La Jornada Mundial contra el SIDA de este año, promovida por ONUSIDA, con el lema «Detengamos el SIDA. Mantengamos la promesa» quiere hacer un llamamiento a todos, en especial a los que tienen cargos de responsabilidad en el campo del VIH/SIDA, impulsándolos a un renovado y consciente compromiso con el fin de prevenir en forma duradera la difusión de esta pandemia y a asistir a los enfermos, especialmente en los países pobres, limitando e invirtiendo la tendencia al crecimiento de la difusión del contagio por VIH/SIDA.

El Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud se une a las instituciones y organizaciones nacionales e internacionales y en particular al ONUSIDA, que cada año organiza una campaña mundial de lucha contra el SIDA, a fin de que a este mal planetario, que acarrea una crisis global, se responda con una acción al mismo tiempo global y coral. La adhesión en el año 2001 de los jefes de Estado y de los representantes de los gobiernos, a la Declaración de compromiso para luchar contra el VIH/SIDA, constituyó un importante momento de toma de conciencia y de compromiso político a nivel mundial para reaccionar y dar una respuesta fuerte, global y decidida de parte de la comunidad internacional.

La situación epidemiológica del VIH/SIDA sigue proporcionando grandes preocupaciones; se calcula que en el 2005, las personas afligidas por el VIH llegaban a 40,3 millones, de las cuales 2,3 millones eran menores de 15 años. Cada año aumenta el número de personas contagiadas; en el 2005 han contraído el virus del VIH 4,9 millones de personas, de las cuales 700.000 son menores de 15 años y ese mismo año han muerto debido al SIDA 3,1 millones de personas entre las cuales 570.000 jóvenes con menos de 15 años. El VIH/SIDA sigue sembrando muerte en todos los países del mundo.

El mejor cuidado es la prevención para evitar el contagio por el VIH/SIDA que, recordamos, se transmite únicamente a través de la triple vía de la sangre, de la transmisión materno-infantil y por contacto sexual. Con respecto a las transfusiones y a otros contactos con la sangre del enfermo, hoy el contagio se ha reducido considerablemente. No obstante esto, se debe poner la máxima atención para evitar este medio de infección, en particular en los centros de transfusión y durante las intervenciones quirúrgicas.

Gracias a Dios el contagio materno-filial está fuertemente controlado con fármacos adecuados. Se debe intensificar la prevención en este campo, proporcionando el tratamiento médico adecuado a las madres seropositivas, sobre todo de parte de las Entidades públicas de los diferentes países.

El tercer camino de contagio, es decir la transmisión sexual, sigue siendo el más significativo. Es favorecido abundantemente por una especie de cultura pansexual que quita valor a la sexualidad, reduciéndola a un simple placer, sin darle un alcance más elevado.

La prevención radical en este campo debe provenir de una correcta concepción y práctica sexual, en la que se entienda la actividad sexual en su profundo significado como expresión total y absoluta de donación fecunda de amor. Esta totalidad nos conduce a la exclusividad de su ejercicio en el matrimonio, único e indisoluble. La prevención segura en este campo se dirige, pues, a intensificar la solidez de la familia.

Este es el significado profundo del sexto Mandamiento de la ley de Dios, que constituye el perno de la auténtica prevención del SIDA en el ámbito de la actividad sexual.

Frente a la difícil situación socio-política, cultural y económica en que se encuentran muchos países, no hay duda de que es preciso exigir la tutela y la promoción de la salud como signo del amor incondicional de todos, especialmente hacia los más pobres y débiles y que responde a las necesidades humanas individuales y de la comunidad. Es preciso, por tanto, reformar las leyes que no consideran suficientemente la igual distribución de las condiciones de salud para todos. La salud es un bien en sí mismo, podemos decir que «sobre él pesa una hipoteca social» y por tanto se debe asegurar la salud para todos los habitantes de la tierra, estudiando formas a fin de que los recursos sean utilizados con el objetivo de obtener la salud para todos asegurando los cuidados básicos aún negados a gran parte de la población mundial. Al derecho de la tutela de la salud debe corresponder de alguna forma el deber de poner en acto comportamientos y estilos de vida adecuados para tutelar la salud y rechazar los que son dañinos para ella.

La Iglesia católica sigue dando su aporte tanto en la prevención como en la asistencia a los enfermos de VIH/SIDA y a sus familias en el plano médico-asistencial, social, espiritual y pastoral. El 26,7% de los centros para el cuidado del VIH/SIDA en el mundo son católicos. Son numerosos los proyectos y los programas de formación, prevención y asistencia, cuidado y seguimiento pastoral a favor de los enfermos, que las iglesias locales, los institutos religiosos y las asociaciones laicales llevan adelante con amor, sentido de responsabilidad y espíritu de caridad.

Concretamente, de acuerdo con las informaciones que han llegado de las diferentes Iglesias locales e instituciones católicas en el mundo, las acciones que se realizan en el campo del SIDA se pueden esquematizar del siguiente modo: promoción de campañas de sensibilización, programas de prevención y educación sanitaria, sostén a los huérfanos, distribución de medicamentos y alimentos, asistencia domiciliaria, institución de hospitales, centros, comunidades terapéuticas que concentran su obra en el cuidado y en la asistencia al enfermo de VIH/SIDA, en la colaboración con los gobiernos, en la atención en las cárceles, mediante cursos de catequesis, elaboración de sistemas de ayuda a través de Internet, e institución de grupos de apoyo al enfermo. Junto a este incalculable y loable compromiso, el Papa Juan Pablo II instituyó el 12 de setiembre de 2004 la Fundación «El Buen Samaritano», confiada al Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, y confirmada por el Papa Benedicto XVI, para llevar, gracias a las donaciones que se reciben, una ayuda económica a los enfermos más necesitados del mundo, en particular a las víctimas del VIH/SIDA. En este primer año de actividad de la Fundación, se han enviado a las Iglesias locales en América, Asia, Africa y Europa importantes ayudas financieras para la compra de medicamentos.

Deseo dirigir algunas sugerencias de líneas de acción a los que están comprometidos, en varios niveles, en la lucha contra el VIH/SIDA.

A las comunidades cristianas a fin de que continúen promoviendo la estabilidad de la familia y la educación de sus hijos en el recto entendimiento de la actividad sexual, como don de Dios para una entrega amorosamente plena y fecunda;

A los Gobiernos a fin de que promuevan la salud integral de la población y favorezcan la atención a los enfermos de SIDA, basándose en los principios de responsabilidad, solidaridad, justicia y equidad;

A las industrias farmacéuticas a fin de que faciliten el acceso económico a las medicinas antiretrovirales para curar el VIH/SIDA y a las que son necesarias para curar las infecciones oportunistas;

A los hombres de ciencia y a los agentes sanitarios, a fin de que renueven la solidaridad en sí, haciendo todo lo posible para hacer progresar la investigación biomédica sobre el VIH/SIDA con el fin de encontrar nuevos y eficaces medicamentos capaces de detener el fenómeno.

A los medios de comunicación a fin de que proporcionen a las poblaciones una información transparente, correcta y verdadera sobre el fenómeno y sobre los métodos de prevención, sin instrumentalizaciones.

Quisiera concluir con las palabras del Papa Benedicto XVI dirigidas a los obispos de África del Sur en visita «ad limina apostolorum», el 10 de junio de 2005: «Hermanos obispos, comparto vuestra profunda preocupación por la devastación causada por el virus del SIDA y por las enfermedades vinculadas con él. Ruego en particular por las viudas, por los huérfanos, por las madres jóvenes, y por las personas cuya vida se despedaza debido a esta cruel epidemia. Os exhorto a proseguir vuestros esfuerzos para combatir este virus que no sólo causa la muerte, sino amenaza seriamente la estabilidad económica y social del continente».


Cardenal Javier Lozano Barragán
Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud

1 de diciembre de 2005
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El 40 por ciento de los VIH+ que llegan al hospital por primera vez se encuentran en fase avanzada





Los antiguos enfermos, a los que antes se mantenía vivos a costa de generar resistencias, plantean nuevos retos


La detección precoz es uno de los principales retos en el abordaje de la infección por VIH y la mejor estrategia para evitar que el primer contacto del paciente con el sistema sanitario coincida con la aparición de una enfermedad oportunista asociada a la infección, ha señalado José María Gatell, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico de Barcelona, en la conferencia titulada Sida: retos pendientes, organizada por Boehringer Ingelheim.

"Entre el 20 y el 40 por ciento de los pacientes que llegan por primera vez al hospital presentan enfermedad avanzada y trastornos que complican su recuperación y aumentan el riesgo de presentar secuelas. Por ello, además de preocuparnos por las personas ya infectadas, debemos incidir en la prevención en la población sana de alto riesgo", ha explicado Gatell.

Pero el tratamiento del VIH también plantea otros retos, como "el control de la infección en los países con mayor incidencia, en donde el daño provocado por la enfermedad puede favorecer la inversión de la pirámide demográfica y la aparición de una crisis económica a medio y largo plazo, o el tratamiento de los viejos enfermos, a los que hace quince años manteníamos con vida a costa de generar resistencias y que ahora necesitan una nueva respuesta terapéutica".

Por último, Gatell se ha referido a las coinfecciones como principal fuente de complicaciones en el control del paciente VIH+. Al menos el 50 por ciento está coinfectado con el virus de la hepatitis C y la enfermedad progresa con mayor rapidez en los pacientes VIH+.

En cuanto al desarrollo de una vacuna, Gatell ha afirmado que "es prácticamente imposible que al menos durante los próximos cinco años podamos disponer de una vacuna preventiva eficaz y es probable que nunca lleguemos a tenerla, tal y como ocurre con otras infecciones para las que tampoco se ha podido desarrollar una solución de este tipo. Es más fácil que en algunos años contemos con una vacuna parcialmente eficaz que permita atenuar la evolución de la enfermedad".

Aunque la erradicación de la enfermedad "todavía es un sueño, debemos reconocer que uno de los principales logros en la lucha contra el VIH ha sido el hecho de convertir la enfermedad en un trastorno crónico".

Según José María Gatell, esto no habría sido posible sin el compromiso de los centros de investigación y de la industria farmacéutica. "Aun así, y a pesar de que la comunidad científica va haciendo sus deberes, es necesario todavía multiplicar los recursos destinados a la investigación para que alimenten y mantengan la masa crítica de científicos con los que contamos en nuestro país".


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