miércoles, 26 de enero de 2005

Uganda pasó en una década del 15 al 5 por ciento de infectados gracias a la abstinencia y la fidelidad

Numerosos estudios científicos cuestionan la eficacia del preservativo para prevenir el sida

La Ministra de Sanidad, Elena Salgado, ha señalado que «el sida es como si hubiera un tsunami cada semana por el número de muertes que provoca». Y no le falta razón: sólo en España se ha cobrado 42.149 víctimas… y de promedio, cada tres horas una persona se infecta. Sin embargo, no es cierto que la ciencia y los organismos internacionales estén convencidas de que el mejor camino para frenar esta pandemia sea la difusión de preservativos. Por el contrario, cada vez son más los que reconocen el éxito mayor de campañas que apuestan por la abstinencia y la fidelidad conyugal.

Enrique Rivera
Madrid- Cada vez es más frecuente hablar de «safer sex» (sexo más seguro) y menos de «safe sex» (sexo seguro) porque, con el preservativo, éste simplemente no existe. Las investigaciones científicas demuestran que el preservativo adolece de un considerable porcentaje de fallos que explican su limitada eficacia no sólo como contraceptivo (evitar el embarazo) y profiláctico (evitar las ETS) sino también como medio de prevención del sida.

Un serio defecto de carácter físico del preservativo está en su alta porosidad, de tal modo que el VIH puede atravesarlo con facilidad. En 1992, R. F. Carey y sus colaboradores observaron que microesferas de poliestireno de 110 nanómetros (nm) de diámetro se filtraban a través del 33 por ciento de las membranas de los preservativos de látex analizados. Si el VIH mide entre 90 y 130 nm (aproximadamente 0,1 micra, un disco 450 veces más pequeño que un espermatozoide) entonces puede traspasar el látex.

En 1997, las investigaciones de C.D. Lytle mostraron que el 2,6 por ciento de los preservativos de látex estudiados por su equipo permitía el paso del virus, sin diferencias entre lubricados y no lubricados.

Estudios realizados con microscopios electrónicos también demuestran defectos en el proceso de fabricación. La superficie de las membranas de los preservativos de látex no es uniforme: está sembrada de huecos y hay zonas de perfil suave separadas por zonas con pliegues. En 1997 un estudio de B. A. Rosenweig sobre 30 muestras de membrana de preservativos Trojan no lubricados, mostró que sólo el 30 por ciento estaban libres de toda falla. El 50 por ciento de las muestras indicaban anomalías en la superficie de la membrana, fisuras (10 por ciento), pliegues (37 por ciento) y cavidades (38 por ciento).

Otra razón del fracaso del preservativo para prevenir el contagio es la considerable capacidad de degradación del látex. Con el tiempo -y más aún si se expone al sol, el calor y la humedad-, el látex se hace frágil y pierde flexibilidad, facilitando las fugas o rupturas. Investigaciones publicadas en 1989 por L. J Clark, R. P. Sherwin y R. F. Backer mostraron que también este fenómeno es causado por el ozono atmosférico.

Pero la mayoría de fracasos en la utilización del preservativo se debe a causas mecánicas: rotura y deslizamiento «en vivo». Diversas encuestas señalan que entre el 1 por ciento y 13 por ciento de las veces los preservativos se rompen. Un estudio de Trussel de 1992 indica frecuencias de rotura y deslizamiento hasta del 14,6 por ciento. En otro, publicado en la revista Family Planning Perspectives ese mismo año, se reconoce una frecuencia de 17 por ciento con que los preservativos se resbalan y caen al retirarse durante una relación sexual debido también al mal uso. Este mismo estudio reconoce que su «mejor empleo puede ser difícil de conseguir, pues todas las mujeres que participaron habían recibido instrucciones escritas y verbales sobre su empleo adecuado». De otro lado, el riesgo de que se rompa el preservativo aumenta en las relaciones homosexuales. A. Messiah y otros científicos indican en «Factors Correlated with Homosexually» que el porcentaje de ruptura en este grupo puede llegar incluso al 22 por ciento.

Las campañas del «sexo seguro» contienen una ilusión peligrosa que provoca efectos contrarios al buscado. Como dice el informe de I. Levin de 1995 sobre las infecciones entre militares, el preservativo no sólo no previno el contagio del virus, sino que la facilitó, porque quienes lo usaban, creyéndose protegidos, multiplicaron parejas y experiencias sexuales. Así, organizaciones como el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta afirman que «la abstinencia y relaciones sexuales con el compañero mutuamente fiel no infectado son las únicas estrategias de prevención totalmente eficaces».

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