viernes, 25 de abril de 2008

Nace la Fundación Amaranta, para coordinar la labor social de las religiosas adoratrices


Una esclavitud tolerada

Más de 170 proyectos sociales llevados por las Adoratrices, siempre en apoyo de las mujeres más excluidas, las prostitutas, necesitaban una vía de cohesión y administración eficaz. Para ello ha nacido la Fundación Amaranta. Lo cuenta su directora, la Hermana Pilar Casas

La amaranta es una flor que no muere nunca. Su fama de flor eterna era ya conocida incluso en la cultura inca, que la utilizaba como símbolo de fortaleza. Con una carga simbólica así, las religiosas adoratrices quisieron llamar a su nueva fundación con el nombre de esta flor, amaranta, que, ligado a su objeto principal, la mujer, quiere decir Mujeres fuertes, que no se rinden.

La Congregación de las Adoratrices cuenta con más de 150 años de historia, desde que, en 1856, santa María Micaela del Santísimo Sacramento tuviera la intuición de trabajar por la promoción de la mujer, en una época en la que éstas no tenían reconocidos muchos derechos fundamentales. Si una mujer de clase alta tenía ya de por sí pocas oportunidades para desarrollarse en más facetas que la de ama de casa, una mujer de clase baja era una verdadera excluida de la sociedad. Pues bien, las prostitutas, como vio santa María Micaela, eran las «excluidas dentro de las excluidas». 150 años más tarde, esta Congregación, que comparte su carisma de entrega a las mujeres más excluidas de la sociedad, con el de la adoración eucarística, cuenta con cerca de 1.300 religiosas, y nada menos que 170 proyectos de apoyo a la mujer alrededor del mundo. Precisamente para cohesionar toda esta obra social, para trabajar de forma más coordinada y armónica, nace la Fundación Amaranta. La realidad de la prostitución es dolorosa y muy compleja. La directora de la Fundación, la Hermana Pilar Casas, explica que la Fundación «tiene proyectos que trabajan en la acogida de mujeres prostitutas, en la atención de mujeres en la calle, víctimas del tráfico de personas, y todo tipo de situaciones terribles en las que, de fondo, siempre está la prostitución, de una manera u otra, bien porque la tienen en su ambiente, o bien porque la ejercen esporádicamente».

Aumenta el número de prostitutas españolas

Según la propia Hermana, aunque puede decirse que «entre el 70 y el 85% de las mujeres prostitutas en España son extrajeras, también se advierte un mayor número de prostitutas españolas ejerciendo en pisos». Y aclara: «Hay diferentes tipos de prostitución. Puede ser en clubs, en la calle, en pisos, o a través de teléfonos, contactos, etc. En un estudio elaborado para un congreso internacional sobre prostitución y derechos humanos, desde la Universidad de las Islas Baleares, hemos podido constatar esta novedad, del aumento de españolas que ejercen la prostitución en pisos. Y hablamos de un problema muy serio, puesto que las mujeres que se prostituyen tienen en común la precariedad y la necesidad. No simplemente piensan, como alguno puede creer: Se trata de un trabajo y de un dinero fácil. No. Las mujeres suelen saber que, ejerciendo la prostitución, van a esclavizarse, a hacer un trabajo que les reportará un beneficio, pero también muchos males».

«Desde mi experiencia de trabajo con estas mujeres -dice la Hermana Casas-, puedo hablar de muchísimo sufrimiento, muchísima preocupación por que los de su entorno no se enteren de su oficio, y de una falta de recursos totales: o sea que esa visión que nos quieren ofrecer a veces de la mujer trabajadora del sexo como algo normal, que se preocupa por su salud, que va a sus revisiones... eso es una utopía. La prostitución implica un gran sufrimiento, y ellas mismas te dicen: ¿Esto es un trabajo, soportar a un hombre tras otro? Lo cierto es que la prostitución equivale a falta de derechos, a no considerar a una mujer como un ser total, sino como instrumento».

Es común que, en un debate sobre si la prostitución debería legalizarse o no, algunas personas esgriman el argumento de la existencia de las prostitutas de lujo, que ejercen sus labores de forma voluntaria y ganan muchísimo dinero en poco tiempo. Pero ese mito de la prostituta de lujo se cae con todos sus argumentos cuando, una persona como la Hermana Casas, afirma que ha conocido a algunas de ellas, personas muy bellas, que hablan tres o más idiomas, y que, sin embargo, se encuentran con la misma carga de sufrimiento que cualquier otra prostituta: «Tienen unos problemas de autoestima enormes, se ven horribles...» Sea como sea, de cualquier manera, la prostitución es siempre una esclavitud.

Estos problemas psicológicos que, inevitablemente, arrastran todas las mujeres que viven esta realidad, suponen la mayor traba para construir de nuevo un futuro. Así lo reconocen quienes, como las Hermanas Adoratrices, desde su Fundación, trabajan para la reinserción social y laboral de estas mujeres: «Los proyectos que llevamos a cabo tienen en común la inclusión social de las mujeres. Todos funcionan para que las mujeres puedan escoger su propia vida. Tienen una etapa de formación, de búsqueda de inserción laboral, y de vivienda. Si conseguimos unos niveles mínimos de formación, si conseguimos un trabajo digno que les permita seguir adelante, y si tenemos una vivienda, entonces estamos hablando de una mujer que logra salir adelante. Pero éste es siempre el final del camino. Desgraciadamente, hay un antes. Para conseguir la inserción, necesitamos toda una serie de apoyos psicológicos, cubrir unas necesidades psicoafectivas y cognitivas. Tenemos unas mujeres con unas historias muy fuertes, unas mujeres muy machacadas por la vida, que han sufrido muchísimo y que están muy afectadas psicológicamente por el tipo de vida que han llevado. Todo eso es un lastre que no se elimina fácilmente, si es que alguna vez se llega a eliminar, y que supone un impedimento para que puedan seguir con su vida».

A. Llamas Palacios


alfa&omega

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