viernes, 9 de septiembre de 2005

La sociedad drogada


Es ya una evidencia que las campañas de publicidad para jóvenes no funcionan cuando se educa sólo en el deseo. (Por Josep Miró i Ardèvol )

Forumlibertas.com

Un periódico español publicó un interesante reportaje sobre los estragos de las drogas en verano y, en otra información, el sorprendente dato de que tres de cada cinco jóvenes conducen bajo los efectos de las drogas los fines de semana, de acuerdo con los drogotests realizados por los Mossos d’Esquadra.

Es un hecho: las drogas han extendido y normalizado su uso, especialmente entre los jóvenes, contaminando cada vez más a la adolescencia. Pero estamos muy lejos de vivir las consecuencias completas de esta situación por una razón fundamental. El cambio radical y acelerado se ha producido entre nosotros en los últimos años, menos de una década.

Por consiguiente, excepto los casos más agudos como son las defunciones, no estamos experimentando en todas sus consecuencias el deterioro físico, psicológico, y social que sufren los afectados. A medida que pasa el tiempo y que estos adolescentes y jóvenes crezcan se harán visibles los dañinos efectos sobre el conjunto de la sociedad, a la vez que se ampliará la base social de quienes utilizan la droga por cualquier razón o motivo, multiplicando los daños y los costes de paliarlos.

Ante esta realidad, en el Ministerio de Sanidad no tienen otra respuesta que la enésima campaña publicitaria antidroga, sin en ningún caso constatar los fracasos del pasado.

Es una evidencia objetiva que las campañas de publicidad, especialmente cuando los sujetos son jóvenes y adolescentes, tienen un resultado nulo. No ha servido de nada para evitar la extensión del SIDA o de los embarazos. Su efecto sobre los accidentes de tráfico o el sobrepeso -por citar otras referencias- se han saldado en fracasos. Los muertos en las carreteras se han empezado a reducir solo en la medida que se han adoptado actuaciones concretas más enérgicas y decididas.

Esto explica que cada vez más periodistas, científicos sociales -curiosamente casi nunca un político-, padres de familia, educadores, la sociedad civil en definitiva se pregunten: ¿en qué nos estamos equivocando? La respuesta es que en todo.

Una sociedad que educa en una cultura fundamentada en la trasgresión y en el discurso de que no deben existir límites, ni vínculos que impidan satisfacer a los propios deseos, es una sociedad indefensa ante cualquier adicción y, especialmente cuando ésta es tan poderosa como la droga, porque facilita “felicidad” a bajo coste con esfuerzo cero, ambos aspectos perfectamente conectados con la lógica de nuestro tiempo, y además cuenta detrás de él con unos extraordinarios intereses económicos, fomentados por el enorme negocio que representa.

No es posible, hay que decirlo con claridad, pensar que la educación en el autocontrol de la persona, en el compromiso y vínculo responsable de uno mismo con los demás y consigo, puede plantearse como una oferta en el lineal del supermercado. Esto lo cojo, aquello lo dejo. La cultura de una sociedad, en el sentido de aquella concepción compartida sobre el hombre y sobre el mundo, determina después en gran medida las conductas individuales. Y esto es lo que nos sucede.

La cultura mediática imperante, el propio discurso del gobierno español y de muchos gobiernos autonómicos y locales es el que estimula el consumo de droga, no porque incite a ello directamente, sino porque crea una conciencia colectiva que dice que lo único importante es satisfacer el deseo y sus pulsiones y lo demás cuenta poco.

No hay comentarios: