miércoles, 30 de noviembre de 2005

Uganda gana al sida, no a lo 'politically correct'

Naciones Unidas ha decidido retirar la ayuda a Uganda en la lucha contra el SIDA, alegando una mala gestión de los fondos anteriormente recibidos. Los errores encontrados hacen referencia a problemas técnicos, sin que hayan encontrado corrupción o fraude en el manejo de estos fondos. Muchos han querido ver en esto un castigo a Uganda por haber basado su lucha contra el VIH en el método ABC (abstinencia, fidelidad y si eso no se va a aceptar, condón), con grandes resultados, por cierto.


miércoles, 14 de septiembre de 2005
Miguel Angel Almela Martínez

Y es quizá aquí, donde le aprieta el zapato a las Naciones Unidas, dominada por el pensamiento “políticamente correcto” que tantos estragos está haciendo en el sentido común. En 1991 el nivel de Sida en Uganda era del 20% de la población del país. Diez años después, mediante la aplicación del método ABC al que ahora parece querer sumarse la administración Bush, esa tasa se ha reducido hasta el 6%. El presidente ugandés, Yoweri Musevini, se inspiró en la tradición de su país para evitar que la pandemia de fin de siglo terminase con toda una generación: Cuando un león viene a tu pueblo, debes lanzar la alarma rápidamente. Y el análisis de la situación que hizo el presidente Musevini coincide con el de la mayoría de la comunidad científica que no comulga en la nueva religión relativista: el lema de la campaña era “amar con cuidado”. Los éxitos en estos años no se han hecho esperar: toda la población, mediante discursos políticos, campañas en escuelas, iglesias y mezquitas, conoce qué es el Sida, qué comportamientos pueden implicar mayores riesgos de contagio; se ha reducido el sexo sin pareja habitual; la primera experiencia sexual en las chicas ha subido de los 14 años en 1986 a los 16 años actuales.

Según ha denunciado la agencia independiente LifeSite, en la mayoría de los informes sobre la enfermedad que realizan los organismos de la ONU, no se cita el éxito de Uganda, pese a que ha sido reconocido por el ex secretario de Estado norteamericano Colin Powell como un rotundo éxito el haber reducido en un 50% la tasa de Sida. La CNN, adalid de la cultura progre de sexo sin límites pero con condón, reconocía en el año 2000 que Uganda es “visto como el más exitoso en la lucha contra el Sida”. Pero, allí donde se cita en éxito en los documentos de Naciones Unidas, se omite que el éxito se basa en la promoción de la abstinencia, castidad y fidelidad, y no en los preservativos.

Quizá si conociéramos estos éxitos en Occidente, quizá si tomáramos el camino que ha tomado el descubridor del virus del Sida, Luc Montagnier, quien ha afirmado que son necesarias campañas contra prácticas sexuales contrarias a la naturaleza biológica del hombre, quizá si nos centráramos, en palabras del mismo científico, en educar a la juventud contra el riesgo de la promiscuidad sexual y del vagabundeo sexual, a lo mejor seríamos capaces de vencer a la enfermedad como lo han hecho en Uganda, donde el Sida no representa más peligro para la población que otras enfermedades como la sífilis o el ébola, en palabras de Musevini.

La misma Naciones Unidas en los documentos oficiales reconoce que ese es el camino, y como muestra un botón: la Conferencia de Población de El Cairo en 1994 en el programa de acción afirma que hay que hacer hincapié en la modificación del comportamiento en la prevención del Sida (art. 8.31) y un poco más abajo, el comportamiento sexual responsable, incluida la abstinencia sexual voluntaria para prevenir la infección por el VIH debería ser objeto de promoción y estar incluido en los programas de educación e información. La realidad es demasiado triste, no se dedica ni un dólar a informar sobre lo medios reales para evitar el desarrollo de la pandemia de la que se están aprovechando las grandes multinacionales de profilácticos, que han visto sus ventas aumentadas desde la aparición del Sida, con la masiva compra por parte de los gobiernos, convirtiéndose en un poderoso lobby en Nueva York. El presidente de Kenia reconocía que debía gastarse millones de dólares en preservativos cuando los propios destinatarios de éstos podrían evitar el contagio modificando su conducta. Un informe del año 2000 ponía de manifiesto que el 89% del gasto público en Sanidad de America Latina por parte de las administraciones públicas se destinaba a preservativos, con un gasto de más de 160 millones de dólares.

¿Qué extraños intereses mueven a las Naciones Unidas a ocultar a la población mundial los verdaderos medios para acabar con la propagación de Sida? Visto el comportamiento de los funcionarios de Naciones Unidas en otros programas de la organización (Petróleo por Alimentos en Irak), ¿podemos sospechar de las grandes multinacionales del preservativo?

Pero la mayor corrupción viene por el lenguaje: en el informe sobre la epidemia mundial del Sida del año 2004, en los primeros párrafos pueden encontrarse como se mete dentro del mismo saco a las relaciones matrimoniales con las de prostitución con clientes habituales. Se afirma que la confianza y el afecto dentro del matrimonio y otras relaciones a largo plazo son a veces una parte del problema y ahí se enmarca el matrimonio y otras “relaciones a largo plazo”.

Un manifiesto de más de 150 expertos en la materia publicado por The Lancet afirmaba que la mejor manera de prevenir el Sida era promover la abstinencia o el retraso en el inicio sexual y si ya se había producido el inicio, debe estimularse la vuelta a la abstinencia o la fidelidad mutua con una persona sana como la mejor forma de evitar la infección. Se ponía de manifiesto el éxito de Uganda, ya que la ineficacia de otras medidas y los llamativos resultados de Uganda significan un giro radical en las políticas de prevención, centradas hasta ahora casi exclusivamente en el preservativo, en especial desde las entidades internacionales, que no han tenido más remedio que reconocer que ese éxito podría equipararse a la existencia de una vacuna eficaz en el 80 por ciento, efecto que no logra casi ninguna vacuna.

Pero claro, como reconocían los mismos políticos reunidos en Bangkok, cuando se alzaron voces contra el programa ugandés, no por su eficacia, sino porque no era políticamente correcto hablar en estos términos. Urge hablar y luchar por la verdad, antes de que la Historia nos condene y los muertos se levanten para exigir justicia por su muerte.

Miguel Angel Almela Martínez es periodista. Ha desarrollado proyectos de puesta en marcha de Sistemas Editoriales, ha sido responsable de comunicación de varias empresas y subdirector de la revista "A todo motor". Es padre de familia numerosa. Lo encontramos también en su blog Cambiemos el mundo



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