jueves, 1 de diciembre de 2005

Día mundial del sida




FCO. JAVIER ROMERO, Vicerector Universidad cardenal Herrera CEU.

El día primero de diciembre se celebra el día mundial del sida. Las noticias más recientes relacionadas con esta pandemia resultan, cuanto menos, preocupantes, si no dramáticas. Leía recientemente en los medios escritos que ONUSIDA, una organización impregnada de todas las cosas buenas y no tan buenas que tiene la ONU, hacía hincapié en la importancia de insistir en el uso del preservativo como la mejor solución para la prevención de la extensión de la enfermedad. Si analizamos los datos que llevan a esta conclusión con cierto detenimiento se nos plantean muchas cuestiones, algunas de ellas de muy fácil respuesta. Cuando se decide iniciar la campaña para la prevención del contagio entre usuarios de drogas por vía parenteral (inyectada), se proponen los programas de intercambio de jeringuillas. Los resultados muestran una reducción drástica de los contagios en esta población; un éxito de campaña. Cuando desde la costa oeste americana, especialmente San Francisco, se decide atajar la extensión del contagio por relaciones homosexuales, la propuesta del “safe sex” incluye en todas las campañas la reducción de la promiscuidad, además del uso del preservativo. El resultado es que el porcentaje de contagios por relaciones homosexuales disminuyó espectacularmente.

El planteamiento de las campañas para la reducción de los nuevos casos por contagio heterosexual se ha fundamentado en dos principios distintos: uno mayoritario, el uso del preservativo, y otro, que ha sido utilizado en muy pocas ocasiones, la educación. Este último principio fue el que inspiró las campañas que se desarrollaron en Uganda, con resultados de éxito aplastante en el incremento del número de mujeres que acudían a los centros de salud para el control de su embarazo, en el descenso del número total de nuevos casos anuales de contagio por contacto heterosexual, y otro largo etcétera de marcadores –una visita a los buscadores de Internet ilustrará al lector al respecto–.

ONUSIDA se pronuncia de nuevo sobre la importancia del uso del preservativo, de aumentar la accesibilidad al mismo, de enseñar su uso correcto, cosas todas estas y otras relacionadas con el condón, que ya han sido hechas en todas y cada una de las campañas anteriores. ¿Qué plantean esta vez de novedoso los señores “expertos” de ONUSIDA?, que hay que convencer a la Iglesia católica de que promocione el uso del preservativo. Dicho de otra manera, después de décadas de promoción indiscriminada de uso del preservativo, el porcentaje de contagios heterosexuales y el porcentaje de mujeres contagiadas aumenta permanentemente año tras año.

Podría pensarse que la idea detrás de la campaña no es adecuada, pues no, resulta que esto es problema de la Iglesia católica que no promueve el uso del preservativo entre sus fieles. ¿Será que el número de fieles católicos en el mundo es muy elevado y que todos ellos son muy disciplinados, razón por la cual no usan preservativo y acaban contagiándose ellos y sobre todo ellas? Resulta indignante que ONUSIDA recurra a argumentos tan burdos como que el éxito en la campaña de Uganda, esto es la reducción de casos de sida, en realidad no se debe a las acciones formativas emprendidas, sino a que los enfermos que había se han muerto, razón esta por la que el número de casos disminuye. En esta campaña de acoso y derribo a todo lo que suponga promoción de valores y verdad científica, esto es lo último y más rastrero que se puede decir. Este nuevo atentado a la inteligencia de la mano de uno de sus responsables resulta realmente escandaloso, aunque está enmarcado en la estrategia ya conocida de oponerse por principio a todo aquello que no encaje en su agenda de intolerancia laicista.

En este sentido y al respecto de los datos recientes de seropositivos en el mundo, me alegró oír en televisión al Secretario de la Conferencia Episcopal Española (CEE), reverendo Martínez Camino, emplear un argumento publicado en The Lancet recientemente por más de 150 epidemiólogos, reivindicando el ya conocido ABC de la lucha contra el sida. Esta propuesta, que ya tiene casi una década, fue suscrita de nuevo recientemente a la vista de la progresión de las infecciones por vía heterosexual y el incremento de mujeres infectadas. Este ABC recoge las iniciales en inglés de Abstinencia, comportamiento (“Behaviour”) y “Condom”, como la secuencia ordenada de estrategias más adecuadas para la prevención del sida. No se lo ha inventado Martínez Camino ni la CEE, lo publican los epidemiólogos más prestigiosos del mundo, en una de las revistas más prestigiosas del mundo.

Lo lamentable fue tener que oír a una señora participante en dicho programa decir que lo contrario decían miles de otros epidemiólogos y que lo mejor que podía hacer la Iglesia era no meterse a científica, porque de eso sí que no sabía nada. La autoridad con que esta buena señora decía esto no eran sus muchos doctorados en ciencias biomédicas, sino sus entrevistas con algunos políticos partidarios de hacer desaparecer a la Iglesia y lo que significa en nuestro país.

Ya está bien de insistir en estrategias de campañas que han fracasado durante décadas, ya está bien de atribuir este fracaso a la intolerancia de la Iglesia Católica; ya está bien de insultar la inteligencia de los pueblos en África que son los que realmente padecen las consecuencias de esta epidemia; y por último, ya está bien de querer desacreditar a la institución que más enfermos de sida atiende en todo el mundo. Por amor de Dios, inventen otros cuentos y sobre todo dejen hacer a quienes ya han demostrado que las campañas basadas en la formación y en los principios morales sí que sirven, como se ha demostrado en Uganda.


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