sábado, 1 de abril de 2006

Cocaína: drama oculto que afecta desde el pensionista al adolescente

José Miguel Vilar Bou

Roque López fue director de Proyecto Hombre CV: "Una vez nos llegó un matrimonio de jubilados desesperados. Tenían más de 60 años y acababan de caer en la cocaína".

1 de abril de 2006. Explica Roque: "Él estaba prejubilado. Tenía 64 años. Y su mujer había sido maestra. Eran los típicos abuelos con nietos y con mucho tiempo libre. Un día probaron la cocaína. Sin verlo venir, se convirtieron en consumidores de fin de semana y enseguida pasaron a drogarse todos los días. Para cuando vinieron a Proyecto Hombre se habían fundido toda la pensión en seis meses, según nos contaron. Después de una vida entera ahorrando, ahora no tenían ni para comer. Cada mes esperaban a cobrar para pegarse el festival por unos días. Y luego Dios diría. Cuando les conocí estaban desorientados, perdidos, deprimidos. Querían desaparecer".

Más allá de lo estrambótico del caso, Roque López insiste en alertar de que "la adicción a la cocaína se va comiendo parcelas de tu vida hasta que la devora toda". Lo que más llama la atención de aquellos que acuden en busca de ayuda para librarse de sus adicciones es la mirada pasmada. Como si nunca hubieran imaginado que ese divertido polvo que borraba de un plumazo el bajón del alcohol les podía hacer perder casa, coche y familia.

Roque López ha visto ese drama decenas de veces. Siempre igual: "Son personas con una vida normal. Casados, con empresas incluso, con coche, piso, apartamento, hijos. Creen que pueden controlar su adicción. Creen que ésta queda relegada al fin de semana. Pero yo les he visto llegar a Proyecto Hombre totalmente solos. Se han quedado sin nada y no se han enterado de cómo pasó".

La adicción a la cocaína arrincona a su víctima: "Cada vez tienes que mentir más. A tu mujer. A tus jefes. Te levantas a las tres de la madrugada sin hacer ruido y rezas para que tu hija no se despierte y te pille con la papela en la mano".

Desintoxicarse

Dejar atrás la adicción a la droga es una lucha larga y difícil. Según explica Ángel Turbi, director técnico de prevención de Proyecto Hombre CV, "los toxicómanos acuden a nosotros por algún detonante externo. Una amenaza de divorcio o una orden judicial, por ejemplo".

Primero hay que desintoxicarse. Es un proceso que apenas dura unos días y que va acompañado de tratamiento farmacológico, antidepresivos, etc. Pero luego comienza la parte difícil que va del reconocimiento de que son adictos al mantenimiento de la abstinencia, es decir, la desintoxicación psicológica. Este proceso se prolonga un año y medio. "Y las adicciones nunca se curan. Se es adicto para siempre", apunta Roque López.

Algo está cambiando

En las terapias de Proyecto Hombre ya no es extraño encontrar niños de apenas 13 años que conocen bien el sabor del cannabis. "Y no se trata de adolescentes que vienen de familias desestructuradas", enfatiza Ángel Turbi. "Al contrario, son chicos con familias normales, trabajadoras e incluso acomodadas". Esos niños tienen graves problemas de disciplina y algunos han dejado ya la escuela.

¿Qué está cambiando en la sociedad para que casos como estos sean cada vez menos extraños? Ángel Turbi ve la respuesta en el hecho de que "ahora es más fácil el acceso a las drogas y ha bajado la percepción de riesgo. El consumo adolescente de cocaína se dispara los fines de semana. Incluso en ciertos ambientes y discotecas se asocia el llevar la bolsita de coca con el poderío económico. No saben que un día su nariz reclamará lo suyo ya no sólo los fines de semana, sino cada día".

Todos los expertos hacen especial hincapié en que "la coca es mucho más adictiva de lo que parece. Va dominando a su consumidor sin que éste se dé cuenta". Pero, en el caso de los adolescentes, la baja percepción del riesgo se agrava con la necesidad de pertenencia a un grupo. Y muchas veces ese bautismo social se consagra con unas rayas. "Hay personas que conviven 15 años con su adicción", explica Turbi. "Pero en algún momento ésta les va a desbordar y su vida se va a desestructurar". Muchos adolescentes ponen cada fin de semana los cimientos de ese drama futuro. A fecha de hoy, los adictos a la cocaína constituyen el 63% de los pacientes de Proyecto Hombre, frente a la decadente heroína, que no pasa del 6%. Y la coca en base, que hace estragos en las barriadas marginales, va cogiendo terreno.

Vacío existencial

"La sociedad del bienestar ha producido unos adolescentes con un sentimiento inconsciente de vacío existencial", analiza el director técnico de prevención de Proyecto Hombre CV. "Y llenan ese vacío con ocio. Y un ocio mal entendido conduce al consumo de drogas", para hacer más intensas las luces de las discotecas.

Roque López se expresa en el mismo sentido: "En los 80 se asociaba la droga al yonki destrozado, tirado y heroinómano. Ahora todo es más lúdico. Hay un nuevo estereotipo y todo se hace con más alegría. Muchos asocian las cenas del trabajo a unas cuantas rayas en el baño y al cubata. Se ha normalizado este comportamiento. Claro, nadie se identifica con los desgraciados que penan por las Barranquillas".

Según esto, hemos asistido a un cambio de valores sociales que pasa por "una reinterpretación de la libertad que reduce ésta al hedonismo ciego. Del albañil al empresario, la coca está bien vista según en qué contexto".

Calvario psiquiátrico

El adorado efecto de la cocaína se produce cuando la sustancia entra por la nariz, cae por el paladar y estimula la segregación de neurotransmisores. Los mismos neurotransmisores que caracterizan a la esquizofrenia. De ahí la sensación de hiperalerta. Los delirios de persecución. La tendencia paranoide. "Es sólo cuestión de tiempo que estos síntomas se manifiesten y agiganten", explica Roque López. "En unos antes. En otros después. Depende, porque hay gente especialmente predispuesta".

Esa es la trastienda que se abre tras las luces y la música de los fines de semana. La misma que va devorando el espacio de la víctima hasta que, como describe Roque, ésta se descubre a sí misma arrastrando la nariz sobre la mesa del salón y rezando para que su hija no se desvele y se levante a ver qué pasa.

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