Es indudable que el provocarse sensaciones eufóricas constituye una tendencia natural del ser humano. Se ha dicho de la droga que es una trampa mortal, pero con algunas matizaciones. Es el caso del cannabis, que, utilizado farmacológicamente, puede aplicarse al tratamiento de la espasticidad en los enfermos de esclerosis múltiple bajo prescripción médica y en régimen hospitalario. Al margen del cannabis como recurso médico, es cierto que su dependencia es menor respecto a otras drogas y sus efectos menos llamativos, aunque existen.
Estudios solventes han llegado a la conclusión de que el cannabis es una sustancia altamente tóxica y una amenaza para la salud pública, salvo su utilización controlada como en el caso citado. Piénsese que un cigarrillo ordinario de hierba tiene de 10 a 30 miligramos de THC (tetrahidrocannabinol), una sustancia que actúa en el citoplasma de la célula sobre la síntesis de las proteínas. Posee, además, capacidad acumulativa. Su uso entraña problemas psicológicos, con ansiedad y depresión si el consumo es ocasional; en tanto que si es reiterado puede suponer confusión mental, falsa impresión de bienestar, pensamiento mágico y pérdida de motivación. Afecta igualmente al área pulmonar, disminuye la resistencia a las infecciones y el nivel de testosterona. Incluso puede atravesar la barrera placentaria y afectar al feto. Así pues, una cosa es su utilización en clínica humana y otra su uso indiscriminado, con la consecuencia de que un 15% de los consumidores de productos cannábicos se convierten en drogadictos.
Nicolás Retana
Comite Independiente AntiSida
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