* “Me llegaron un montón de enfermedades oportunistas, pero como no sabía que era portadora…, mi estado de salud se deterioraba más rápido”, explica.
* Mayoría son heterosexuales, y las principales víctima de la mortal enfermedad son mujeres embarazadas con “parejas estables”.
IRMA FRANCO
MASAYA
Hace cuatro años la vida le cambió radicalmente a Leticia Sánchez, una mujer de 30 años y madre de tres hijos. Ella, quien se desempeñaba en ese momento como operaria de una empresa de Zona Franca en Jinotepe, se enteró por casualidad de que era portadora del Virus de Inmuno Deficiencia Adquirida, VIH-Sida. Ser una de las 116 personas que conviven con la enfermedad en el departamento de Masaya ha cambiado su historia y la de su familia.
Esta joven, de principios cristianos y morales muy arraigados, nunca imaginó que el Sida llegaría a su vida: desde los 17 años convive con el mismo hombre, que es el padre de sus tres hijos y su quehacer transcurría entre el trabajo, el hogar y el cuido de los niños.
Recuerda que a un año de haber dado a luz a su última hija, su salud empezó a deteriorarse, a tal grado que la corrieron del trabajo porque duraba más tiempo en el hospital que laborando. Enfermaba fácilmente y las razones eran desconocidas, la mandaban a la clínica, le hacían exámenes pero no le salía nada.
“Me llegaron un montón de enfermedades oportunistas, pero como no sabía que era portadora del VIH-Sida, mi estado de salud se deterioraba más rápido”, explica Leticia.
Narra que cuando le hacen la prueba del Sida y los médicos le informan que es una paciente VIH positiva, entró en una depresión profunda que la llevó a tener sentimientos autodestructivos “porque tenía miedo al rechazo de mi familia y la sociedad”.
Su primera reacción fue culpar al marido, a quien ella siempre le ha sido fiel, pero éste se hace la prueba y resulta negativo. Igual pasó con los niños, quienes afortunadamente no padecen la enfermedad. Y desde ese momento la angustia no acaba, porque la única explicación lógica que le dio la doctora María Elena Farrach es que pudo adquirirla por accidente en el centro hospitalario donde tuvo a su última hija, al verse expuesta con sangre contaminada.
No ha sido fácil, explica, porque “hubiera preferido saber que era por una infidelidad, porque estaría segura de cómo la adquirí
Todavía cargo con eso”.
Dice que la médico que la trataba empezó a darles consejería de pareja para que ambos entendieran que también es posible contagiarse por accidente, principalmente en los centros hospitalarios, donde a veces no se toman las medidas de protección e higiénicas adecuadas.
Ahora que ya pasaron cuatro años desde que le dieron la fatal noticia, su semblante, sus deseos de vivir y de contribuir con su testimonio, le ha permitido buscar las herramientas necesarias para defenderse de la enfermedad.
Hoy su misión es ser portadora de mensajes positivos y de prevención a la enfermedad. Su vida misma y su actuación es un ejemplo de amor al prójimo. “Yo que convivo con el virus aconsejo medidas de protección. Recomiendo que el paciente exija medidas de protección en las clínicas y centros asistenciales, principalmente cuando se visita al dentista, cuando se va a un salón de belleza o se utilizan utensilios personales”.
Otro elemento que pone en práctica es compartir con las personas con las que tiene relación cercana su condición de mujer portadora del VIH, y principalmente cuando visita al médico y al dentista para que éstos tomen las medidas de rigor.
Hoy todas sus amistades, familiares y personas cercanas de su comunidad saben de su padecimiento y del nivel de involucramiento que tiene con las organizaciones que trabajan el tema, y con el Ministerio de Educación, con el que se ha insertado para brindar charlas de prevención en los centros escolares.
Leticia es actualmente la coordinadora en Masaya de la Red Internacional de Mujeres que viven con el VIH/SIDA/ICV, y según el monitoreo que lleva su organización, este mes han fallecido tres personas, dos de Masaya y una de Managua.
En la ciudad de Masaya se registran 93 casos de los 116 pacientes VIH positivo que hay en todo el departamento, a esto habría que sumarle los 29 casos que está por confirmar el Silais Masaya, de los cuales nueve son mujeres embarazadas y cinco pertenecen a una misma familia originaria del Diriá.
A estos datos se debe agregar que son casos en su mayoría heterosexuales, y que la principal víctima de la mortal enfermedad son mujeres embarazadas con “parejas estables”.
Para Leticia, ninguna persona está exenta de padecer la enfermedad. Manifiesta que ella, al igual que el resto de personas, no ponía atención cuando escuchaba hablar del tema, porque pensaba que sólo a las personas con una vida sexual desordenada, drogadictos, gays o trabajadoras del sexo les podía dar el Sida.
El principal problema que enfrentan las personas con VIH/Sida es la falta de retrovirales, fundamentales para mantener estables a los pacientes que viven en la etapa más avanzada la enfermedad. Dice que ella y muchos pacientes gozan de la aplicación de esta medicina en tiempo y forma porque son canalizados a través del Fondo Mundial.
Critica la pasividad y la falta de interés del Minsa por encontrar mecanismos que les permita asumir el costo de los exámenes y las medicinas. Asimismo, señala que las Clínicas Médicas Provisionales cobran a sus pacientes el valor del examen, cuando el médico sospecha que pueden ser VIH positivo, esto porque no está en la lista básica del Ministerio de Salud.
Otra dificultad que nota Leticia es que cuando existen sospecha que una mujer embarazada tiene Sida, la mandan al Minsa a hacerse la prueba, pero la entrega de resultados dura hasta tres meses, lo que pone en riesgo la vida y la salud del bebé, el que podría nacer sin la enfermedad si la madre es atendida a tiempo durante el embarazo.
“Lo que más me duele es saber que las personas mueren por falta de retrovirales o de atención médica oportuna”, lamenta.
Asegura que todavía hay desinformación entre el personal de salud que atiende en los centros de salud y hospitales, pero que la situación es más grave si un paciente VIH positivo busca ayuda médica privada, pues casi siempre le es negada.
Y del mercado laboral, ni qué hablar, “somos personas que con nuestro tratamiento a tiempo podemos trabajar y aportar mucho a la sociedad, pero si queremos conseguir trabajo tenemos que mentir para nos den la oportunidad”, apunta.
Como recomendación final invita a la población a buscar información para que conozca y prevenga el contagio de esta mortal enfermedad, y sobre todo aprender que la enfermedad no se pasa por hablar, compartir momentos amenos, trabajar junto a una persona que tiene Sida, sino por tener relaciones sexuales inseguras y por falta de medidas higiénicas en hospitales y clínicas.
Recientemente vivió una experiencia desagradable con una madre de familia de la escuela donde estudia su hija, a la que llegó para impartir una charla, y por accidente rozó la cabecita de un niño. Al día siguiente la mamá llegó llorando a buscarla para decirle que su hijo creía tener Sida porque había sido tocado por ella.
Otra experiencia desagradable la vivió también esta semana cuando buscó a una muchacha que inyecta para que llegara a su casa a ponerle una inyección a su niña, que está con gripe, pero ésta dijo que sí y después no llegó. “Eso forma parte de los prejuicios que la sociedad tiene acerca de la enfermedad”.
Para las personas que conviven con el VIH/Sida les dice que se acepten para que los demás los puedan aceptar, “eso es lo que yo hice, porque el virus está en mi cuerpo y tengo que aprender a vivir con él”.
En Masaya las cifras de personas que conviven con Sida se han incrementado, y las autoridades de ese Silais reconocen que los datos oficiales son todavía un subregistro del número de casos que padecen esta enfermedad. Se conoce que en esta ciudad una niña de cuatro años y portadora del virus deambula por las calles pidiendo dinero para alimentarse. La madre de esta infante ya murió, y el padre de la niña y la actual madrastra de ésta también son portadores del Sida.
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